LA HABANA, Cuba. – En los últimos 5 años se ha producido un incremento, casi obsesivo, de las medidas de seguridad para proteger las viviendas contra el asedio continuo de los ladrones, otro fenómeno que se percibe ha ido en aumento.
Elvira Lemus, de 64 años, ha invertido buena parte de la ayuda que recibe del exterior en asegurar su vivienda con rejas, dobles cerrojos y puertas de hierro.
“No te puedes descuidar” –nos dice-. “Todo lo que uno obtiene es a base de mucho sacrificio; no solo personal, sino a través del esfuerzo de nuestros familiares en el extranjero; y lo cierto, es que hay mucha necesidad y poca vergüenza. Además, la policía cubana solo atrapa a los delincuentes en las series policiacas de televisión, porque en la vida real son unos incompetentes”.
Edilio Pereda, es un herrero de 60 años que ha dedicado 35 al oficio de construir y reparar todo tipo de rejas y objetos de hierro.
Según nos cuenta Edilio, “llevo muchos años en este oficio y te digo una cosa: nunca ha habido tanta demanda de rejas como en los últimos 5 años. Es como una epidemia. Ya la gente no se siente segura sino tiene la casa enrejada. Para mi es beneficioso, pero la verdad es que este fenómeno habla mucho del deterioro social al que hemos llegado”.
Un ex agente de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria) -del que no revelaremos la identidad- nos explica que “la población no entiende que la policía no decide las estrategias en la lucha contra el delito. En Cuba, todas las instituciones están politizadas, y los recursos y los métodos de trabajo son obsoletos. Además, la dirección del gobierno moviliza a gran parte de las fuerzas policiales de la PNR para reprimir a los opositores políticos. Por otra parte, tenemos la corrupción a todos los niveles dentro del MININT (Ministerio del Interior)”.
Otros entrevistados consideran que el cuentapropismo y las remesas familiares han generado mucha desigualdad económica.
Ana Esther Gutiérrez Casas, una maestra jubilada, de 71 años, opina que “no estoy en desacuerdo con que las personas reciban ayuda desde el exterior o tengan algún negocio que les permita tener mayores ingresos económicos; pero, hay que reconocer que la pérdida de valores ha incrementado la marginalidad social. Y si a eso le sumas las poquísimas oportunidades de crecimiento individual que te permite la política estatal, el abandono escolar de muchos jóvenes y la indiferencia y apatía de los órganos policiales en el tratamiento preventivo del delito y la protección a los ciudadanos de bien, pues ya tienes más que suficiente para entender porqué la gente invierte tantos recursos para proteger sus propiedades”.
Una joven abogada de 32 años, que abandonó el ejercicio de su profesión para dedicarse al trabajo particular como camarera en un restaurant privado, aceptó darnos su testimonio a cambio de que no reveláramos su identidad.
“Yo estuve 3 años trabajando en procesos penales y preferí abandonar el trabajo. Es decepcionante observar cómo la ley llega a ser tolerante con delincuentes reincidentes, acusados de robo. Da igual la pena que le impongan. En la prisión la mayoría se porta bien; de manera que en poco tiempo lo pasan a granjas de trabajo, y cuando menos te lo esperas ya están en la calle con libertad condicional. Pero, qué puedes esperar de un sistema jurídico que castiga con más severidad al que mata a una vaca que al que asesina a una persona”.
Entre las opiniones, no faltaron los que creen que “al ritmo que van las cosas, relacionadas con los robos y asaltos, llegará el momento que tendremos que andar armados”.
Pero como la desgracia de unos a veces resulta el beneficio de otros, no parece haber dudas que el presunto incremento de los robos a viviendas ha provocado una mayor demanda en el mercado de los fabricantes de rejas y un aumento en los precios de ese producto.
Por su parte, el Estado no parece encontrarle sentido a luchar contra crímenes que, en definitiva, son parte de la esencia sobre la que se sostiene su ideología.