LA HABANA, Cuba.- “Los zombis no han invadido la ciudad. Somos todos”. Eso afirma un joven inquieto que ya no responde por el nombre de Osmani Carratalá sino por el de The Happy Zombie o, simplemente, por El Zombi, un personaje que ya no necesita carta de presentación en el mundo de los grafiteros cubanos.
Gracioso, irónico, en apariencias dócil, The Happy Zombie se asoma a los muros de La Habana no para asustar sino para advertir. Casi siempre está rodeado de criaturas con muchos ojos y tentáculos que le devoran el cerebro mientras él sonríe y disfruta con la situación.
“El estado de ‘zombificación’ es un estado de esclavitud que el mismo ser humano usa como mecanismo para obtener bienestar”, dice Osmani, y se extiende en una conversación plena de paradojas: “El zombi es la sátira pero también una señal de advertencia (…). La gente es zombi y no lo sabe. Puede ser que algunos se den cuenta y reaccionen, de diverso modo, pero por lo general se sienten complacidos con lo que son, con eso en que han sido convertidos (…). Ser zombi es vivir de espaldas y a la vez ser esclavo de la realidad. Porque ignoras todo aquello que te afecta pero, en gran medida, ser zombi también puede ser una elección, porque crees que no hay otro camino que no sea vivir de espaldas a la realidad, esclavizarse a ella”.
Graduado de técnico en mantenimiento y reparación automotor —es decir, mecánico—, fue durante su etapa de estudiante que comenzó a crear el personaje del zombi. Primero sobre su propio cuerpo, sometiéndose a eso que él mismo llama “período de zombificación”, una etapa de reflexión sobre su lugar en el mundo, la realidad que lo rodea, sus metas en la vida, la coherencia entre lo que le han prometido y lo que palpa a diario en su entorno.
“Aún estoy en un período de zombificación, por eso es que adopto el nombre de The Happy Zombie. Eso me ha llevado a poner mi trabajo, como artista, sobre mí mismo y hasta sobre mi propia familia. (…) He renunciado a muchas cosas importantes y de ahí, en buena medida, viene el concepto de Happy Zombie, de los seres humanos que rompemos el concepto de humanidad para obtener algo material, que nos pueda hacer lo que entendemos por bien y que nos pueda estimular de manera inmediata, breve, y darnos esas fuerza para seguir viviendo. Pero los zombis nunca prometen nada, nunca prometieron nada; y no ven hacia el futuro, solo ven el momento en sí”, explica este muchacho que, para algunos, solo es un desquiciado que pintarrajea cosas confusas.
Sin embargo, El Zombi juega con esa imagen que proyecta entre los amigos grafiteros y demás artistas plásticos.
“Yo formo parte de mi obra, soy protagonista de ella y represento a ese personaje del Happy Zombie. Encarno este discurso social, que pudiera ser un mensaje de enseñanza, una moraleja para aquellos seres que debieran tener en cuenta que hay cosas más importantes que aquello que uno mismo está buscando”, advierte Osmani.
Luego de terminados los estudios de mecánica, El Zombi matriculó en varios cursos de enseñanza artística y hasta fue instructor de pintura. Ha estudiado el arte universal para encontrar su propio rumbo donde no existen preferencias por un medio de expresión u otro:
“Para mí no es muy diferente un lienzo de un muro. Mi discurso no cambia ya sea grabado o sea pintura (…). Mi idea es no perder el concepto legítimo como artista y como obra (…). Sin embargo, mis mayores referentes nada tienen que ver con lo que estoy haciendo actualmente. Por ejemplo, Marcel Duchamp, conceptualista. Es totalmente ajeno. También, porque trato de llevar el personaje del zombi al mundo de la historieta gráfica, del comic; admiro a Frank Miller, un excelente historietista y guionista norteamericano. Pero mi objetivo no es superar a nadie, mi objetivo, simple, es superarme a mí mismo, y eso lo intento todos los días, es una pelea interna, un enfrentamiento contra mis propios demonios y fantasmas, el pasado que nos persigue”, declara Osmani, que además confiesa gustar del arte gore, un tipo de manifestación artística donde la violencia y lo sexual son llevados al extremo.
“Eso no quiere decir que yo sea violento, por el contrario, mi discurso está en contra de la violencia”, advierte El Zombi pero, inmediatamente, como si encarnara esa faceta de superhéroe con que suele aderezar su actuación, señala: “Sin embargo, a pesar de los problemas que puedan haber en la vida y los obstáculos en el proceso de desarrollo de nuestra identidad social yo sigo y sigo hasta lograr lo que quiero, ya sea en el momento o en cualquier circunstancia”.
¿Habitamos una ciudad donde todos estamos muertos? ¿Una ciudad donde a todos les han comido el cerebro? Son preguntas que pudieran generarse al contemplar esos seres que han invadido La Habana en los últimos meses y que se han apoderado de muros antes habitados por carteles oficiales y consignas. ¿Qué intentan decirnos? Mucho. Nada. Tal vez sean solo el reflejo de quienes pasamos sin reparar en lo que está sucediendo con nosotros mismos, en medio de una realidad que poco tiene que ver con un acto de elección.