LA HABANA, Cuba. – Un CUC por 20 pesos, y un dólar por 1,60 CUC, y hasta por 1,80 en el interior del país, aunque cuando se trata específicamente del canje por moneda fuerte, el peso convertible, que estaría a punto de ser retirado de circulación, sí mantiene el valor del cambio oficial, es decir, 25 pesos (CUP).
Solo 20 pesos vale el CUC cuando, por ejemplo, pagamos un taxi particular, compramos una pizza en la cafetería del barrio o cuando, después de mucho suplicar, nos aceptan pagar con “chavitos” en el agromercado o en la bodega, dos lugares donde es usual tropezarse con un cartel que advierte: “No se aceptan CUC” o “Solo en moneda nacional”, como si el “peso convertible”, que ahora resulta imposible “convertir” en divisas incluso en el mismo “banco nacional” que lo emitió, hubiese sido obra de extraterrestres.
Pero se continúa valorando el CUC en 25 pesos cuando se trata de pagar el alquiler de una vivienda o una casa en la playa, la compra clandestina de una propiedad o un auto, incluso de un electrodoméstico de contrabando, pero ya van siendo muy pocos los que aceptan la moneda y te dicen de plano que solo quieren “moneda nacional” (CUP) o dólares, y entonces, en este último caso, el cambio se fija entre 1,40 y 1,50 CUC, no mucho más.
Y si se trata de transferir dólares “virtuales” de una tarjeta en MLC a otra, es posible que aún se logre comprar el “fantasma” de la moneda estadounidense por apenas 1,35 CUC, un valor que para los tiempos que corren ya va pareciendo “barato”, cuando apenas en febrero se lo encontraba, en físico, a 1,10 en cualquier esquina de la ciudad. Ahora esas tasas cambiarias e incluso el relativamente “fácil” acceso al “billete verde” son historia pasada.
Así de enredadas y azarosas están las tasas de canje en el mercado informal cubano a pocos días de las “unificaciones monetaria y cambiaria”, y para quienes no estén acostumbrados a tales embrollos de nuestro peculiar contexto, las operaciones se tornan un sinsentido, una pesadilla, de hecho son una locura que responde a una economía sin pies ni cabeza.
Cuando líneas arriba denominé como “chavito” al CUC fue porque al nacer este último en los años 90, durante el llamado “Período Especial”, fue bautizado tal como hacía la gente con aquellos bonos especiales emitidos por el Banco Nacional de Cuba y que, durante las décadas de los años 70 y 80, como forma de pago salarial o “estímulo”, recibieron los marineros mercantes, deportistas, artistas, algunos diplomáticos y muy contadas “personas con privilegios”, sobre todo vinculadas al Ministerio del Interior, para comprar en las llamadas “diplotiendas” o “diplomercados”, en un contexto en que la posesión de dólares era ilegal y en donde a los ciudadanos “comunes” les estaba prohibido acercarse a esos comercios, que desempeñaron la misma función discriminante que hoy cumplen las “nuevas” tiendas en MLC.
El “chavito” fue el experimento previo al CUC y se emitía con respaldo en la divisa que ingresaban las navieras, los servicios consulares, las competiciones deportivas, la amplia red de empresas off-shore —creadas por el régimen alrededor del mundo para burlar tanto el embargo estadounidense como el obsesivo y posesivo control de los soviéticos—, y demás fuentes de ingresos no relacionadas con el intercambio comercial realizado en el marco del “campo socialista” y su Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), disuelto en 1991.
El CUC fue el capítulo siguiente, creado bajo un concepto similar de que por cada unidad emitida se debía ingresar un dólar o el equivalente en cualquier otra divisa extranjera pero, como suele suceder en una economía secuestrada por la ideología, se impusieron los empecinamientos, las improvisaciones, la mediocridad, los efectismos populistas y se mandaron a imprimir tantos “pesos convertibles” como marabú y verdolaga había en los campos.
En Cuba, en cuanto al poder adquisitivo real, es decir, teniendo en cuenta apenas el acceso a todas las modalidades del mercado interno minorista, siempre hubo más de una “moneda” en circulación. Siendo una de ellas, la más fuerte, la que realmente determina quién es quién dentro de un esquema social donde la igualdad del socialismo apenas es un cuento para dormir ingenuos, y donde el igualitarismo es un ardid macabro mediante el cual se justifica tanto la ausencia de democracia como los privilegios de una casta “superior”, tal como el Partido Comunista define a sus “cuadros”, con términos muy similares incluso introducidos en la mismísima Constitución.
Lo cierto es que, para sobrevivir en la Isla, en medio de tantas prohibiciones, segregaciones y extrema escasez, siempre ha sido necesario portar en nuestras carteras algo más que ese peso común y corriente, súper devaluado y que, por su limitada funcionalidad, se parece más a un bono. Aunque para ser justos, todas las monedas emitidas por la banca cubana en el último medio siglo no han sido otra cosa que un cupón.
El “chavito” lo fue. También el CUC. Como lo fueron la Carta de Liquidez en el sector empresarial, o los voucher y cheques emitidos ya por los bancos o por aquellas “Casas del Oro y la Plata” que se encargaron de saquear nuestros patrimonios familiares, apelando al hambre, que en este país se ha convertido en endémica, pero sobre todo a la vanidad, a la arrogancia de quienes llegan al tope de la realización personal con una tarjeta en MLC o al recibir con regularidad una remesa, más una recarga telefónica que, dicho sea de paso, algunos usan como moneda de cambio, en ocasiones con mayor valor que el peso.
La gran noticia para quienes aún piensan que en breve todo se solucionará es que, en realidad, no tendremos unificación monetaria. Apenas un peso desplazará a otro, e incluso eso no detendrá su devaluación frente al dólar. Y para colmo de males continuará la dualidad por mucho tiempo en tanto el CUC, que ayer fuera “chavito”, sea redefinido tal como fue concebido en 1994, y transformado ahora en un trozo de plástico llamado “tarjeta en MLC”, mucho menos accesible y más discriminatoria que su antecesor.
No hay que ser adivinos, sino apenas tener en cuenta el carácter cíclico de tales trampas, perdón, quise decir “estrategias”, para vislumbrar que en breve otra crisis estallará.
Será cuando a alguien del Comité Central del Partido Comunista, necesitado de un golpe de efectismo para frenar el descontento que ha producido la dolarización, se le ocurra expedir tarjetas en MLC a los cuadros y trabajadores más “leales” y “destacados”, y el respaldo de estas sea ficticio, tal como sucedió con el CUC al poco tiempo de creado. Entonces estaremos de regreso en el mismo punto de partida, y otro fracaso financiero en ciernes llegará a reemplazar el anterior.
Apenas el CUC sea sustituido totalmente por las “tarjetas en MLC” no pasará mucho tiempo para que estas corran la misma suerte de ese billete tóxico que, reveladas sus debilidades de fondo, ahora nadie quiere en el bolsillo. Por otra parte, las protestas por las nuevas tiendas en MLC han llegado ya a la prensa oficialista, sobre todo en los comentarios de los lectores a los reportajes y notas que abordan el tema, y en las redes sociales es verificable cuán generalizado es el descontento.
En una economía que ha sido diseñada por sus cuatro costados para que cada familia cubana, buscando sobrevivir, se vea obligada al menos a convertir a uno de sus miembros en un emisor de remesas, es casi imposible que las “dualidades” monetaria y cambiaria desaparezcan, así como todas las segregaciones y discriminaciones que estas traen asociadas, de las cuales las tiendas en MLC son una expresión mínima, aunque quizás la más visible, y por tanto, la que más molesta.
Pero tal “apartheid” financiero no es algo novedoso en nuestro contexto. Ha existido siempre, aunque sí es una especie de “fase superior” —no la más alta— donde se revela, otra vez, la monstruosidad del sistema bajo nuevas luces. Y si este experimento no funciona, ya probarán con algo peor.
Todo parece indicar que será este 1ro. de diciembre el momento en que anunciarán el fin del CUC. Los movimientos al interior de las empresas dan señales de que la reforma salarial será introducida en enero de 2021 y que el famoso cheque compensatorio de 1000 pesos, agregado como préstamo a los salarios estatales, será entregado a finales de noviembre como un modo, dicen, de hacer menos traumático el “sálvese el que pueda”.
Pero, a pesar de que la historia se repite como prisionera en un bucle de tiempo, por ahí andan los ingenuos felices, persistentes en la desmemoria, soñando con todo cuánto harán sin el CUC y con tanto papel que aparenta ser “dinero”. Van pensando en cómo de lenta se hace realidad la promesa de un socialismo próspero. Ojalá y descubran a tiempo que así como el desabastecimiento, los altos precios y los bajos salarios “llegaron para quedarse” como métodos de control social favoritos del Partido Comunista, también la dualidad lo hizo desde hace tiempo, y esta no se elimina ni se destruye, solo se transforma.
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