LA HABANA, Cuba.- El Ministerio de Educación de Cuba ha exteriorizado su alarma por la creciente tendencia al alcoholismo que se aprecia entre los estudiantes, así como por el hecho de que los consumidores son cada vez de menor edad lo que es decir más niños. El fenómeno no es nuevo. Lo nuevo quizá sea lo preocupado que se muestra este organismo, señal de la impotencia que les está situando contra la pared.
Asimismo anuncian como nueva la iniciativa de elaborar un Reglamento Escolar que registre como falta muy grave introducir en las escuelas alcohol o drogas de cualquier tipo, al igual que consumirlos o incentivar o propiciar su consumo .
A fuerza de ser sorprendente, podría parecer increíble que a estas alturas tales faltas no estén recogidas aquí en algún reglamento para las escuelas. Pero sorprende menos cuando te percatas del motivo, que es estrictamente político y de propaganda barata. En la Cuba socialista y fidelista de tiempos atrás no hizo falta nunca dictar este tipo de reglamento porque vivíamos en un paraíso libre de vicios. Es el mensaje que filtran por debajo de esta estrepitosa insuficiencia, siempre tan pendientes de aquello de convertir el revés en victoria.
Pero los que fuimos adolescentes en décadas atrás sabemos bien que en esta isla existían, sobre todo, tres instancias para iniciarse en el consumo de alcohol y drogas, particularmente marihuana y anfetaminas en pastillas: las escuelas secundarias básicas y los preuniversitarios -tanto en el campo como en las ciudades-, y el servicio militar obligatorio. Difícilmente te encuentres hoy con un cuarentón, cincuentón o sesentón cubano que no haya ensayado en esos predios, sin reglamentos prohibitivos mediantes, su primera experiencia alucinógena.
Y ahora resulta que la circunstancia es anunciada como nueva. Y no únicamente. Al referirse a la necesidad de crear un reglamento escolar para “enfrentar” esta tara, la viceministra de Educación, Irene Rivera Ferreiro, dijo ante la Asamblea Nacional del Poder Popular que los productos audiovisuales importados son causantes del vicio por el cigarro, el alcohol y las drogas entre los educandos.
Hasta ayer de tarde, era el llamado Bloqueo la causa de todos nuestros males. Ahora empieza a ser la mínima y socarrona apertura a las relaciones con el mundo capitalista. El caso es que el enemigo hay que buscarlo siempre más allá del horizonte.
Mas aquí sabe hasta el gato (y el que no lo sepa es porque no quiere saberlo) que la inclinación al alcoholismo entre los jóvenes cubanos de hoy es apenas un ángulo de una problemática mucho mayor y más compleja y más grave, que pasa, ante todo, por la evanescencia de reales perspectivas para el futuro, por el desmoronamiento de esperanzas y de ilusiones, y por el déficit de los estímulos materiales y espirituales que deben ser propios para su etapa en la vida.
Más que tendencias desvirtuadas por los medios audiovisuales que nos llegan desde el exterior, más que malos hábitos condicionados por la influencia machista, el alcoholismo y otras torcidas propensiones de nuestra juventud parecen ser síntomas de un padecimiento provocado por la abulia crónica y por el desgaste de ilusiones que les impone el régimen totalitarista. Y a eso, en buen idioma, se le llama falta de perspectivas, carencia de valores formales y frustración.
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en las siguientes direcciones: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0 y www.plazacontemporaneos.com Su blog en: http://elvagonamarillo.blogspot.com.es/