LA HABANA, Cuba. -Ante el problema de las limitaciones al acceso a internet en Cuba, habría que preguntarse no cuánto invierte el gobierno cubano en ampliar el alcance de esta herramienta de información, esencial en nuestra época, sino a cuánto ascienden los gastos para restringirla, bloquearla y hasta minimizar los “efectos nocivos” de su uso libre y generalizado.
Se sabe que cada empresa, instituto y organismo estatal cuentan con un departamento de informática encargado no solo de gestionar la internet sino de monitorear la navegación de cada uno de los usuarios, censurarla y reportar cualquier “maniobra sospechosa”. Los especialistas no obran por voluntad propia sino que deben cumplir al pie de la letra las rigurosas indicaciones que provienen de un equipo nacional de Seguridad Informática fuertemente vinculado al Ministerio del Interior.
Gran parte de los recursos del Estado se vuelcan en el control estricto de la información y en el filtraje de las comunicaciones de absolutamente todas las cuentas de correo alojadas en servidores cubanos o que los utilizan, según nos asegura un trabajador de la red de Infomed que prefiere no ser identificado. Según esta persona, que vive de ofrecer servicio de correo en el mercado negro, todos los mensajes que pasan por el servidor son pesquisados rigurosamente. Mediante programas especializados, se estudian patrones, se marcan palabras y nombres claves, se suprimen elementos como práctica rutinaria.
Una revisión de los anuncios de la página de clasificados Revolico.com, revela de inmediato cuán exhaustivamente son vigiladas las conexiones a internet y las cuentas de correo. Casi todos quienes solicitan los servicios a proveedores clandestinos advierten que solo los emplearán para fines “familiares” o “serios”. Aunque venden en el mercado negro, los vendedores de horas de conexión prohíben hacer búsquedas “problemáticas” o enviar contenidos “contrarios a la revolución”. De ese modo, a cualquier opositor en Cuba se le hace muy difícil pactar la compra de una cuenta de internet o de correo con salida internacional. Son muy pocos los informáticos que se arriesgan con tales clientes y, cuando lo hacen, redoblan los precios debido a los peligros que pueden correr.
La censura disfrazada
En los umbrales del nuevo milenio, la creación en Cuba de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y el incremento de los centros para el desarrollo de softwares no estuvieron vinculados con una voluntad de puesta al día de nuestros conocimientos en esas nuevas áreas del universo científico sino como una estrategia defensiva ante la “penetración de la información”, el más temido de todos los fantasmas en un ambiente totalitario. No obstante, todos los proyectos de resguardo cibernético se han convertido en un arma de doble filo debido a que una tarea de censura informática tan descomunal y en un país hundido en la miseria, debe movilizar a miles de personas a las que se les debe dar acceso a aquello que habrán de prohibir, y estas usarán su “poder” no para ejercerlo a cabalidad sino para encontrar las fisuras en el sistema que le permitirán sacar provechos personales.
Aunque la Universidad de Ciencias Informáticas es el centro de estudios más vigilado y controlado por el gobierno cubano, tanto en esta como en cualquiera de los departamentos de informática del país, son muchísimos los estudiantes y especialistas que viven no de sus estipendios y salarios sino de proveer clandestinamente servicios relacionados con el internet. Quienes revisen todos los discursos de Fidel Castro donde abordó el tema del internet podrán reconocer su insistencia, por no decir su desesperación, por crear un escudo cibernético para invisibilizar el mundo y continuar con sus maniobras desinformativas.
Muchos software y aplicaciones creados en instituciones oficiales cubanas están dirigidos al control de la red y su accesibilidad. Las llamadas “iniciativas” para llevar la información a todas las personas en Cuba están destinadas no a propiciar la conectividad libre para todos los ciudadanos y el cese de los privilegios sino a la “diversificación vigilada” de la intranet cubana y a la creación de sitios con dominio .cu que funcionen como sucedáneos de la verdadera red de redes y donde el tema “Cuba” solo sea abordado desde la perspectiva del régimen.
De diversificarse las plataformas cubanas para blogs, siguiendo el historial de censura de la primera, se continuará exigiendo la lealtad al sistema o la abstención de opinar libremente; los sitios de clasificados ligados a la prensa oficial se sabe que, más que prestar un servicio, pretenden desplazar al incontrolable Revolico.com; las enciclopedias cubanas, desactualizadas e ideologizantes, mal imitan la Wikipedia. Estos son algunos de los productos “estériles” que el gobierno pretende oponer a la “peligrosa Internet”.
Cuando escucho a los dirigentes cubanos manejar con tanta insistencia la idea del “uso responsable de la información y la internet”, siento que están poniendo el parche sobre el inmenso abismo informativo que generará la censura. Sin dudas, al no poder dominar al monstruo, continuarán generando leyes mucho más absurdas que las actuales para castigar las libertades, de modo que será como me ha dicho alguien: “Le permitirán a todos los cubanos sentarse frente a una computadora, pero estará prohibido encenderla”.
Es sorprendente el número de estudiantes de informática, sobre todo en los niveles medios, que no saben qué cosa es navegar por internet. Algunos ni siquiera cuentan con un ordenador en sus casas. En las universidades cubanas es un verdadero calvario tanto para estudiantes como profesores obtener un permiso de acceso libre a internet.
La juventud pasa de discursos gastados
Ya no es noticia afirmar que la gran mayoría de los jóvenes cubanos se desentienden de los discursos políticos, de los compromisos de lealtad a un régimen y del modelo social a seguir. La televisión, la radio, la prensa, los noticiarios y las mesas redondas y todos los aparatos de manipulación de las masas que entre los años 60 y 90 fueron efectivos para el régimen, ahora son mundos ajenos para las nuevas generaciones que han aprendido, debido a las amargas experiencias de sus padres, a anular aquello que les resulta “fastidioso” y a buscar alternativas de escape, tanto físico como espiritual.
Varios jóvenes confiesan no interesarles absolutamente lo relacionado con la revolución y sus dirigentes. Muchos admiten no haber leído jamás el periódico Granma ni haber visto el noticiero ni la Mesa Redonda, incluso hay quienes jamás ni han escuchado ni leído un discurso de Fidel Castro y mucho menos de Raúl, a pesar de ser de estudio obligatorio en todas las escuelas cubanas.
Una joven vecina, estudiante de enseñanza secundaria, me ha dicho: “Yo quisiera que tú vieras a la gente de mi escuela cuando el director mete esas charlas de política. Todos se ponen los audífonos y se acabó. Igual que en el aula. A nadie le interesa nada de eso. Cuando mandan a hacer un trabajo sobre Fidel o cualquier basura de esas, yo le digo a mi papá que lo haga o le pago al profesor pero yo no pierdo mi tiempo. Para obligarnos a leer el Granma, a veces nos piden que hablemos de alguna noticia pero la gente inventa cualquier cosa sobre la papa o los médicos en Venezuela o cualquier chisme que salió por la antena y con eso mato. Al final, en el televisor siempre dicen lo mismo y el profesor tampoco pierde su tiempo en eso”.
No obstante, cada año que pasa las tecnologías irán desarrollando nuevos medios para que la información esté al alcance de todos y, al mismo tiempo, alejada del dominio de unos pocos. A pesar de saberse peleando una batalla perdida, los dirigentes cubanos siguen invirtiendo recursos solo para hacer mucho más lento el derrumbe inminente. Los teléfonos móviles, la internet y el llamado “paquete de la semana” (programación televisiva internacional y otros contenidos prohibidos en Cuba que las personas se transmiten por medio de dispositivos digitales) han conseguido en pocos años lo que no habían podido lograr los opositores del régimen en más de medio siglo. Internet le está dando el tiro de gracia a la dictadura y lo más interesante de eso es que no lo ha hecho ni con discursos políticos ni programas de acción sino proveyendo un espacio para la diversidad y la libertad de expresión, los más temibles enemigos.