LA HABANA, Cuba -El bochornoso atropello a la ciudadanía que tuvo lugar en Punta Brava, pueblo del municipio habanero La Lisa, el pasado sábado 31 de mayo, podría servir de lección a los ingenuos o a los lacayos que dicen ver con optimismo el surgimiento en Cuba de una cierta sociedad civil autónoma y vinculada armónicamente a las estructuras del régimen.
Durante todo un año, los instructores de arte y maestros del seminternado de primaria “Julio Antonio Mella” habían estado organizando los festejos con que los niños de esa escuela iban a celebrar el Día Internacional de la Infancia. Como no recibían ayuda de las instancias oficiales, se vieron obligados a enfrentar los preparativos con sus propios recursos y con el apoyo de los padres de los alumnos.
Así lograron confeccionar una rústica carroza, que a falta de fuerza motor, sería halada por los propios maestros y por un grupo de padres, con el objetivo de realizar un breve desfile a lo largo de apenas dos cuadras de extensión. Al final, uno de los padres consiguió que le prestasen un tractor para tirar de la carroza, y ya estaban listos los disfraces que cada madre había confeccionado para su hijo.
La concreción del primer Paseo de Primavera de la comunidad era ya un hecho, organizado sin la ayuda ni el control de las instancias políticas del Estado, pero sin que tampoco fuese obra de algún grupo opositor o disidente. Nadie más que los propios maestros de la escuela y los padres de sus alumnos lo había concebido y preparado. Su realización, en la víspera del Día Internacional de la Infancia, era un regalo que se hacía a sí misma aquella gente humilde, en un sitio donde son nulas para ellos las oportunidades de esparcimiento.
Pero justo minutos antes de que comenzara el desfile, llegó la policía para prohibirlo. Y aquellos aguadores de la fiesta no vinieron desde lejos, sino desde el propio sector policial de la comunidad. De modo que habían dispuesto de un año para advertir a los organizadores, pero todo indica que no lo hicieron porque estaban tramando dar un escarmiento a quienes pretendían divertirse sin haberlos invitado.
Esta actitud torpe y malévola de las autoridades estuvo a punto de provocar un conflicto muy serio en Punta Brava, pues al ver frustrada la oportunidad de llevar aquel momento de alegría a sus hijos, los padres, espontánea y masivamente partieron rumbo a la estación de policía para manifestarse en forma airada.
Poco faltó para que el malogrado Paseo de Primavera terminase como la fiesta del Guatao. Y si no ocurrió no fue tampoco por el poder conciliador de las autoridades, sino gracias al buen juicio de algunos padres y maestros, quienes a duras penas lograrían refrescar los ánimos de muchos enfurecidos vecinos que protestaban frente a la estación de policía armados con palos y bates y piedras.
El incidente, como era de esperar, no ha trascendido a los medios de información. Quedó sólo en la memoria de los puntabravenses como una prueba más de que ninguna iniciativa de la población será tolerada (mucho menos en temas relacionados con la educación y la salud) si no se somete al absoluto control y a la manipulación política del régimen. Hay otras lecciones que se derivan obviamente del hecho, pero irían dirigidas al poder, y ya sabemos que las dictaduras no aceptan lecciones de sus víctimas. Hasta un día.
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