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LA HABANA, Cuba.- Historiano Maqueira nunca ha tenido luz eléctrica en su casa. A sus 56 años de existencia en la zona rural de Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río, su auxilio para alumbrar las noches es mediante “chismosas” o faroles de keroseno.
Con la intención encontrar el servicio eléctrico y mejorar su vida cultivando tabaco, hace 12 años se mudó a pocos metros de la autopista Habana-Pinar del Río. Pero desde entonces carece de agua potable también, y sus reclamaciones para el servicio eléctrico reciben la clásica respuesta que las autoridades dan a la población: la indiferencia.
En días alternos arrastra un tanque con la yunta de bueyes a lo largo de dos kilómetros para abastecerse de agua en la llamada “conaca”, que deriva su nombre de la Comisión Nacional de Acueductos y Alcantarillados (CONACA)
El recorrido de una hora no espanta a Historiano, que vive en una casa de madera junto a dos ancianas enfermas que debe mantener cosechando tabaco.
Historiano Maqueira es de los cubanos que cuenta, mediante el los surcos que en su frente deja el envejecimiento prematuro, la historia de la revolución.