LA HABANA, Cuba.- La posibilidad de que la isla se adentre en una crisis económica parecida a la de los años 90, conocida como “período especial en tiempo de paz” mantiene preocupados a los cubanos. Ello no obstante las declaraciones de la cúpula del poder, en el sentido de que el país está mejor preparado para capear el temporal.
A los más jóvenes, aquellos que no conocieron esos años terribles, les asustan, sobre todo, los apagones que podrían sobrevenir. Ellos escuchan los cuentos de sus padres y abuelos sobre aquellas jornadas de hasta doce horas sin fluido eléctrico.
Entre los mayorcitos de la familia las opiniones parecen estar algo divididas. Aun reconociendo casi todos que, por ejemplo, una mayor debacle chavista en Venezuela nos conduciría a un pleno período espacial, algunos consideran que ahora la hambruna no sería como en los años 90, cuando no había mercados agropecuarios de oferta-demanda ni trabajadores por cuenta propia.
Ya se observan algunas señales que han encendido la alarma entre la población. Una de ellas es la merma del transporte público en la capital, sobre todo en los horarios no picos. Es decir, los que no coinciden con la entrada y salida de la mayoría de los centros de trabajo.
Se trata de una situación que ya está creando una especie de efecto dominó que mucho afecta al ciudadano de a pie. Si hay menos guaguas en la calle, a la población no le queda otro remedio que acudir con más frecuencia a los transportistas privados. Y estos están subiendo las tarifas, pues argumentan que el petróleo está perdido, y ya casi no se consigue ni en las shoppings. La población, por su parte, cada vez tendrá menos dinero para pagar esas tarifas, ya que para no alterar el equilibrio monetario interno, las autoridades han manifestado que no habrá aumentos salariales ante la hipotética caída de los niveles productivos.
Y en medio de esta vorágine ocurre la liberación de Marino Murillo como ministro de Economía y Planificación. Según la Nota Oficial, se pretende que el zar de la economía dedique todo su tiempo a las tareas de la actualización del modelo económico. Un reconocimiento tácito de que los gobernantes aprecian lenta la marcha de las reformas, y estiman que ha llegado el momento de apresurar ese proceso.
En especial estarían ansiosos por terminar con la dualidad monetaria y cambiaria. Un fenómeno que podría estar desanimando a muchos inversores foráneos a arriesgar su dinero en Cuba. Porque para invertir se necesita un ambiente de seguridad y claridad en cuanto al futuro. Lo contrario de lo que sucede aquí, donde no es posible vislumbrar, por ejemplo, cuál será el tipo de cambio del CUC con respecto al peso cubano en el momento de eliminarse la referida dualidad.
La inversión extranjera es importante, entre otras cosas, para que la isla se abra más al mundo y logre diversificar su comercio internacional. De acuerdo con cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas, en el año 2014 —el último sobre el cual se poseen datos— las ventas de mercancías cubanas a Venezuela alcanzaban el 43 % de las exportaciones de la isla. Mientras tanto, las compras cubanas a Caracas eran el 40% del total de nuestras importaciones. A ello se añade el enorme monto de los servicios profesionales que Cuba presta a Venezuela, pagado con el petróleo de esa nación suramericana.
Sin dudas, es mucha esa concentración geográfica del comercio exterior. Y las autoridades son las primeras que deben saber los riesgos a que se expone el país. Máxime si se trata de un socio comercial que se halla en la “cuerda floja”.