LA HABANA, Cuba.- Ha concluido la etapa clasificatoria de la 56 Serie Nacional de Béisbol, y el equipo Industriales, que representa a la capital del país, no alcanzó ninguna de las ocho plazas que permiten pasar a la segunda fase y discutir el título nacional.
Industriales, un eterno participante en la postemporada del béisbol cubano, esta vez perdió más juegos que los que ganó, y finalmente ocupó el décimo lugar en la tabla de posiciones, a veinte juegos y medio del líder Matanzas.
Las causas que explican esa pobre actuación podrían ser varias. Que si no contaron en buena parte de la campaña con Alexander Malleta, Frank Camilo Morejón y Frank Monthie, tres de sus mejores jugadores que cumplían contratos en el exterior; que si la “deserción” de otras figuras afectaron al equipo —aquí se incluyen a los hermanos Gurriel— ;y hasta criterios en el sentido de que el manager Javier Méndez debe ser sustituido. Evidentemente se extrañan aquellos tiempos en que el equipo era dirigido por mentores de la talla de Ramón Carneado, Perro Chávez o Rey Vicente Anglada.
Mas, al margen de lo anterior, el hecho cierto es que el rendimiento general del equipo fue muy bajo. Ningún pelotero de Industriales lideró algunos de los departamentos ofensivos o defensivos. Por otra parte, ningún bateador del elenco capitalino se ubicó entre los diez primeros en average. Y en cuanto al pitcheo, no hubo pitcher industrialista entre los de menor promedio de carreras limpias permitidas.
Fuimos en busca de uno de esos aficionados que, contra viento y marea, siempre han seguido a los azules de la capital, pero que ahora no puede ocultar su frustración. “Mire, yo creo que lo que les pasó a los peloteros de Industriales es lo mismo que lo que les pasa a los aficionados: la desmotivación. Los peloteros no tienen ningún estímulo para jugar, pues el salario que perciben (1000 pesos mensuales = 40 dólares) no debe alcanzarles para nada. Los veteranos juegan por inercia, y los jóvenes lo toman como un entrenamiento para irse del país y tratar de enganchar un contrato con las Grandes Ligas. Y nosotros los aficionados, ante los fracasos del equipo, optamos por no ir al estadio”.
Y concluyó el aficionado: “Ah, y el futuro pinta mal para el béisbol cubano. El relevo no está garantizado, pues aquí el deporte en la base casi no existe. Mire, dé una vueltecita por la Ciudad Deportiva para que vea en qué condiciones están los terrenos para que los muchachos jueguen pelota”.
En efecto, una visita al principal centro deportivo de La Habana nos permitió comprobar las palabras del aficionado. La altura de la hierba impide la práctica del béisbol en la mayoría de los terrenos. Pero vimos más calamidades: en la cancha de tenis encontramos la net desbaratada y tirada en el suelo, mientras que los aros del baloncesto no tenían malla.
Si semejante estado de cosas se aprecian en la catedral del deporte habanero, ¡qué dejaremos para el resto de las instalaciones deportivas del país!