LA HABANA, Cuba. -Algunos cubanos, como buhoneros neolíticos, aun y cuando no hayan salido con ese propósito, recogen en la calle todo lo que encuentran a su paso que les pueda servir para algo.
Los parques y plazas públicas, situados fuera del alcance del interés político y mediático, especialmente los situados en la periferia de la capital, son objeto de un canibaleo que responde a las regresiones antes señaladas, hijas directas de la miseria, fruto del fracaso del sistema impuesto en Cuba.
A los bancos de los parques les roban los travesaños de madera, para reparar con ellos ventanas, muebles, convertirlos en leña para cocinar o utilizarlos para encofrar en algún trabajo de albañilería.
Además de la maderas de los bancos, también se roban las piezas de granito y de mármol, para convertirlas en bancos de patio o mesetas de cocina.
Los parques más proclives al canibaleo son los construidos antes de 1959.
Los parques que se han construido en las últimas décadas están más concebidos para actos políticos que para el solaz y esparcimiento de las personas. Son parques feos, de pocos e incómodos bancos, porque los propósitos del Estado parecen haber sido los de disponer de espacios públicos donde concentrar personas para aplaudir y agitar banderas.
Los nuevos parques tienen pocos o ningún banco, no hay flores y tampoco se pone el acento en instalar columpios, mecedoras u otros aparatos. A fin de cuentas, si las nuevas generaciones serán como el Che, en su tiempo libre, deben dedicarse a matar lagartijas, avecillas y gatos, echar a pelear perros y otras cosas que contribuyan a convertirles en máquinas de matar, que si no eficientes, al menos alcancen a ser frías.
Algunos parques de connotación histórica o política han sufrido destinos adversos. El Parque Maceo, en Centro Habana, frente al Malecón habanero, primero fue cercado y le retiraron los bancos a raíz del Maleconazo, en agosto de 1994. En la actualidad, aunque tiene bancos, son pocos, menos de los concebidos originalmente.
En el gran basurero que devino la capital cubana, cada vez se ven más recolectores y buhoneros, interesados en todo lo que la inoperancia del sistema pone en falta, que nunca es poco.
Los buhoneros no constituyen una especie determinada, como los buzos que registran en la basura. Todos son buhoneros en el momento específico en que la necesidad convoca para ello.
Viejas cazuelas, bidets y hasta inodoros, serán convertidos en macetas o cualquier otro objeto utilitario. Las latas se venden en los centros de recolección de materia prima. Los pomos y botellas vacías se volverán a llenar de refresco, perfume, aceite, yogurt, etc. Todo sirve para paliar la miseria.
Los parques se han convertido en el refugio de los alcohólicos, los marihuaneros y de algunos maleantes que se consagran a los atentados al pudor y el exhibicionismo. En su mejor variante, serían “posadas” gratuitas aunque con muy poca privacidad para parejas regularmente jóvenes, con muchas urgencias y pocos recursos económicos.
Gracias a una combinación de las siempre presentes necesidades materiales, algunos roban los tubos de los faroles, los utilizan para techar con tejas de fibrocem en garajes y patios, las bombillas del parque y las usan para iluminar otros espacios, o simplemente las rompen a pedradas. Así, el parque quedará convenientemente a oscuras, tanto para hacer el amor como para asaltar a incautos.
Ahora que tanto se habla de empoderamientos: a los buhoneros y los recolectores urbanos, ¿podrá alguien empoderarlos algún día?