LA HABANA, Cuba.- El pasado domingo 8 de mayo, como es habitual, el periódico Juventud Rebelde publicó un artículo de opinión de la doctora Graziella Pogolotti, Premio Nacional de Literatura y vicepresidenta de la oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
El artículo, titulado “Moriré de cara al sol”, en franca alusión a la épica martiana, tal vez hubiese pasado como uno más de los que la cultura oficial dedica al héroe de Dos Ríos, sobre todo en este mes de mayo, cuando se conmemora un aniversario más de su caída en combate.
Sin embargo, el periódico Granma, órgano oficial de Partido Comunista, se ha encargado de otorgarle una connotación especial a las reflexiones de la doctora Pogolottí. En efecto, en su edición de este miércoles 11 de mayo, Granma reproduce el artículo de la también presidenta de la Fundación Alejo Carpentier debido a que lo considera “muy importante”. Una reproducción que raramente sucede, excepto si se trata de discursos o escritos de Fidel o Raúl Castro.
¿Y qué expresa la doctora Pogolottí en su artículo? Pues, a renglón seguido de algunos datos autobiográficos, la articulista comenta varios sucesos acaecidos en La Habana en los últimos días, entre ellos la filmación de secuencias del filme Rápido y Furioso, así como el recibimiento del primer crucero norteamericano que llega a Cuba en más de medio siglo.
Antes de referirse, incluso, a la necesidad que tiene el país de abrir vías al comercio, a la inversión y al turismo para “afrontar las dificultades económicas que nos afligen”, la ensayista entra en lo que pudiéramos considerar la esencia de su artículo.
He aquí el párrafo en cuestión: “Rápido y Furioso, filme comercial de pésima calidad, irrumpe de manera violenta en el vivir habanero. Perturbó las comunicaciones en las áreas centrales. Afectó a estudiantes y trabajadores. Añadió tensiones al difícil vivir cotidiano. Algo similar ocurrió con la presencia de la pasarela de Chanel. Impuso prohibiciones inaceptables a los pobladores de algunas zonas. La llegada del primer crucero norteamericano, según la difundieron nuestros medios informativos, fue acogida por una coreografía propia de un cabaret más que de un espacio público: las muchachas portaban un brevísimo vestuario hecho con la bandera nacional”.
Es cierto que la filmación de Rápido y Furioso conllevó dificultades para el cubano de a pie, como el cierre de calles y avenidas, así como el desvío de algunas guaguas del transporte público. Mas, tampoco puede obviarse que constituyó un espectáculo para muchas personas, sobre todo jóvenes, quienes contaron con un aliciente para escapar de la monotonía cotidiana.
Sin embargo, no es difícil vincular las críticas de la doctora Pogolotti con el afán de los elementos de línea dura de la cultura oficial, quienes intentan enarbolar ese sector de la vida nacional como un escudo contra las influencias que llegan del exterior.
Son aquellos que, tras aseverar que ahora la guerra se desarrolla en el plano cultural, se resisten a cumplir la sugerencia papal de que Cuba se abra al mundo.