LA HABANA, Cuba.- Si identificáramos los orígenes del periodismo independiente en Cuba, Gladys Linares Blanco tendría su participación en las primeras etapas, cuando los activistas de la disidencia interna reportaban a través de la vía telefónica las violaciones de los derechos humanos, en un formato muy parecido a la noticia.
Gladys recuerda que su primera nota la realizó para Martí Noticias, a través de Antonio Tang Báez, quien la llamaba desde Canadá. Con el tiempo trasmutó sus preferencias en una profesión que ella misma afirma ¨no puede abandonar¨.
Gladys también se despojó de su profesión de profesora que la llevó a dirigir centros de enseñanza en su provincia natal, Cienfuegos.
Se declara conversadora empedernida, y esa es su mayor virtud. Establecer un diálogo con ella proporciona la tranquilidad que es capaz de transmitir en la cadencia de su voz pausada y su espíritu paciente.
Solo una vez alteró la armonía en un diálogo, y fue para hacer silencio. Cuenta que cuando le presentaron a Ricardo Bofill Pagés, ¨todos me miraron porque no entendían porque no articulaba palabra¨. Después fueron años de amistad donde ese momento se convirtió en largas conversaciones con Bofill, quien la dejó impresionada con su manera de hablar.
Periodismo incansable
Cuando Gladys Linares se inició en el periodismo independiente en el 2004, su principal motivo era describir la realidad de los cubanos. Las crónicas que escribe en la actualidad continúan por el mismo camino, sin desviar el rumbo del objetivo que se trazó cuando la periodista Tania Díaz Castro la motivó a incursionar en el oficio.
Cuidadosa en su empeño, no entrega un trabajo sin que su hija Yudania lo lea, a quien considera su primera editora.
¨En ocasiones ella (su hija) critica mi demora en entregar un trabajo (…) Necesito de su opinión antes de enviarlo, si está completo, si el tema es de interés, todo¨.
Satisfacción de los gustos
Gladys es de las personas que no abandona sus gustos. Desde el traslado de su familia hacia La Habana, sembró árboles frutales y creó el jardín que ahora disfruta en la barriada de Lawton. Tampoco abandonó el afán por criar animales de corral, que recuerda en historias como “la del puerquito” o “la de la chiva”:
“El puerquito murió pero nunca pudimos matarlo para comer”, dice.
La chiva abasteció a la familia hasta que decidieron dejar la leche para las dos crías que logró.
“Los animales que hemos tenido han convivido con nosotros como domésticos”, señala.
Le quedan unas gallinas que “no ponen huevos”, revoloteando en la cocina, su perro y cinco gatos que deambulan con confianza dentro de la casa.
La música instrumental, “esa que da paz y me permite escribir mientras la escucho”, es la que acompaña a Gladys Linares en la tranquilidad de un hogar, en la que se siente plena a pesar de las ausencias, como la de su esposo, Linumberto Monés con quien permaneció 43 años de casada.
Gladys pertenece a esa generación a la que le tocó, desde ese periodismo independiente primigenio, preparar el terreno para la actual oleada de periodistas “alternativos” o “independientes”. Ese es otros de los méritos que ella no cuenta. Porque contar es para Gladys narrar historias, un hábito que no puede abandonar.