1

Etiquetas de Dánae

Etiquetas y  juguetes soviéticos_foto tomada de internet
Etiquetas y juguetes soviéticos_foto tomada de internet

LA HABANA, Cuba.- En mi infancia y adolescencia, allá por los años cuarenta y cincuenta, a ningún niño se le hubiera ocurrido coleccionar etiquetas de productos comerciales. Los envases se botaban después de consumido el producto y a nadie le llamaba la atención sus etiquetas, por muy atractivas y coloridas que éstas fueran. Si hago memoria, recuerdo las etiquetas de las compotas estadounidenses, donde se veían fotos de hermosos y risueños bebés, o aquellas que anunciaban el chocolate La Estrella, donde aparecían graciosas españolas vestidas a la usanza tradicional.

Pero aun así, jamás a los niños de aquella época se nos ocurrió pegar etiquetas en un álbum, como si se tratara de aquellas postalitas –así le llamábamos- que narraban aventuras de Walt Disney o historias de las dos guerras mundiales.

Es por eso que jamás podré olvidar a Dánae, aquella niña de trece años que a partir de 1990 comenzó a coleccionar etiquetas de productos importados. Es precisamente en esa fecha, a inicios del Período Especial, que llegan a Cuba artículos de procedencia extranjera, para ser vendidos en dólares, después de varias décadas en que los comercios cubanos habían permanecido vacíos, desde que Fidel Castro se hizo dueño de todo y las cosas desaparecieron de la faz de la tierra cubana.

Todavía recuerdo aquella expresión de Dánae, de alegría y curiosidad, cuando una tarde le regalé un antiguo y lindo estuche de bombones cubanos.

Cada día llegaba a mi casa y me enseñaba la nueva etiqueta que había adquirido, al encontrar el producto en la basura. Para ella, aquel álbum suyo representaba un mundo nuevo, donde el colorido y las figuras de las etiquetas jugaban un importante papel –y nunca mejor dicho.

Pero un día me resultó tan penosa su colección, que le pedí no me la mostrara más. Se trataba de una prueba grotesca de la miseria y fealdad que había comenzado a sufrir Cuba desde que Fidel Castro convirtiera a la isla en un país anormal, donde ni siquiera se les ponía etiqueta a los pocos artículos que se fabricaban en el país y las que llegaban de la Unión Soviética eran tan poco agradables a la vista, que pasaban inadvertidas.

Dánae había vivido durante trece años en un país donde los productos que adquiría la población carecían de nombre, de explicación sobre su contenido, fecha de elaboración, fecha de vencimiento y propiedades alimenticias.

Así ha vivido el pueblo cubano durante más de medio siglo de dictadura socialista, condenados a consumir los peores productos del mundo y siempre escasos, como el pan, entre muchos otros, que no se comercia envuelto y siempre ha carecido de los ingredientes básicos para una elaboración de calidad.