LA HABANA, Cuba.- En días pasados la Mesa Redonda de la televisión cubana dedicó su espacio a comentar acerca de la próxima sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular a efectuarse este 29 de diciembre. También se habló de las reuniones de las Comisiones Permanentes de ese órgano, que tendrán lugar los días 26, 27 y 28 del propio mes.
A diferencia de lo que sucede en la mayoría de las naciones, aquí las reuniones de la Asamblea Nacional, ese conciliábulo que quieren semejar a un Parlamento donde actúan los diputados, apenas despiertan el interés de la ciudadanía. La gente sabe que todas las leyes y propuestas sometidas a la consideración de los diputados van a ser aprobadas por unanimidad. Ninguno de los presentes en el cónclave osará cuestionar las indicaciones provenientes “de arriba”.
Esas y otras manquedades en el funcionamiento de nuestro órgano legislativo han provocado que varias voces, entre ellas alguna que otra figura de la intelectualidad oficialista, sugieran ciertos cambios con vistas a “mejorar” tal estado de cosas.
La revista Espacio Laical, por ejemplo, recoge declaraciones en ese sentido del poeta y ensayista Guillermo Rodríguez Rivera, en el artículo “Alas a la imaginación. Cuba 2025”. Sus sugerencias consisten en nominar un número mayor de candidatos a diputados que los que deben ser electos; que los diputados dediquen todo el tiempo a la labor parlamentaria (no como ahora, que solo se reúnen dos veces al año) y reciban un salario decoroso por ello; y que expongan sus proyectos como parlamentarios para que la población cuente con más elementos a la hora de la votación.
Por supuesto que las propuestas del señor Rodríguez Rivera no van a la esencia del problema. Al meollo de la cuestión se acercó un cubano de a pie, vecino de mi edificio, que vio el programa de la Mesa Redonda y quedó decepcionado con los planteamientos de los panelistas.
“Chico, es que esos participantes en la Mesa Redonda”, comenzó expresando mi vecino, “no tuvieron el coraje de decir que aquí ningún Parlamento va a funcionar mientras Raúl Castro y el resto de los altos dirigentes participen, junto con los diputados, en los debates de la Asamblea Nacional. Porque, ¿qué diputado va a criticar al gobierno en esas condiciones? Compadre, cada uno tiene que dedicarse a lo suyo: los gobernantes a gobernar, y los diputados a evaluar a esos gobernantes”.
Y continuó: “Recuerda lo que pasaba en la época de Fidel Castro, cuando las reuniones de la Asamblea Nacional se convertían en un diálogo entre el máximo líder y el diputado al que él le preguntara algo. Y eso no ha cambiado mucho ahora con Raúl”.
A renglón seguido mi vecino hizo una observación que muchos no advierten: “Bueno, ¿y qué me dices de esa costumbre de celebrar un Pleno del Comité Central de Partido Comunista dos o tres días antes de cada sesión de la Asamblea Nacional? Evidentemente, esos Plenos tratan los mismos temas que después serán abordados por los diputados. De esa forma, la cúpula del Partido se pone de acuerdo para contrarrestar cualquier criterio espontáneo de otro diputado que se aparte de la línea gubernamental. Y después dicen que hay democracia”…
Y concluyó el hombre: “Nuestro Parlamento no es más que un formalismo para poner en práctica medidas que, de hecho, ya fueron aprobadas por los mandamases del país. Chico, es que aquí ser diputado y basura es lo mismo”.