LA HABANA, Cuba. -Una nueva coyuntura política hace pensar como probable algo que ha sido un anhelo compartido por muchos cubanos donde quiera que se encuentren, y que parecía poco menos que imposible hasta hace unas semanas. El caso es que se comienza a hablar con mucho más fuerza de la posibilidad de conformar, en un futuro no lejano, un equipo de béisbol de Cuba con peloteros que viven y juegan tanto en la Isla como en otras latitudes y ligas, incluyendo a los que brillan en la Major League Basebal (MLB).
A tenor de los nuevos ambientes de acercamiento y distensión diplomática entre Cuba y Estados Unidos y las flexibilizaciones que pone en práctica el gobierno de La Habana, no pocos amantes del béisbol sueñan con ver rota de una vez la barrera impuesta por más de medio siglo entre la pelota de “adentro y de afuera” con la conformación de un conjunto que incluya a los mejores exponentes cubanos de este deporte, sin distinción, para representar a nuestro país en el próximo Clásico Mundial 2017 por ejemplo, y así dejar de ser el único país del planeta privado del privilegio y el orgullo de ver su pabellón nacional defendido en el cimero escenario por sus mejores atletas.
Para nadie es un secreto que, durante más de cinco décadas, el deporte profesional en Cuba ha sido un tabú gracias al monopolio intolerante y la hipocresía del alto liderazgo de La Habana, que por un lado niega a los aficionados cubanos el disfrute del mejor béisbol del mundo y el orgullo de los éxitos de los peloteros cubanos en los circuitos profesionales, y por otro explota como esclavos a los atletas de alto rendimiento apropiándose de los resultados económicos de su talento y sacrificio. Resulta lamentable que a estas alturas del siglo XXI los atletas cubanos tengan que seguir escapando precisamente como esclavos fugitivos para ser dueños de su destino, pagando por ello todavía un alto precio.
También en el deporte, como en tantas otras cosas, lo que por el capricho indolente del gobierno cubano era un crimen punible, ha comenzado a dejar de serlo, y ya podemos ver a través de la televisión nacional el béisbol, el baloncesto y el fútbol americano profesional. Ya es posible y de hecho hay varios atletas siendo contratados en circuitos profesionales de otros países, siempre bajo el control de las autoridades cubanas. Cuba ha regresado a la Series del Caribe de béisbol profesional y se hace normal en esos circuitos coincidir y competir con atletas cubanos “escapados”.
Por cierto, hace pocos días, un comentarista deportivo de la TV cubana durante la trasmisión de un resumen del campeonato mundial de balonmano, en un alarde de eufemismo chauvinista daba cuenta de la participación con el representativo de Qatar de un jugador proveniente de la “escuela cubana de Balonmano”, a lo que no pude menos que pensar: si en Cuba no hay casi balonmano, cómo va a haber escuela, qué bonita manera de rebautizar a un “desertor”.
El caso es que, desde el punto de vista técnico-burocrático bastaría un acuerdo o una factible decisión institucional para derrumbar la barrera que cierra el paso a los atletas de la isla a la gran carpa del béisbol profesional, y a los que allí juegan, al Team Cuba.
De hecho, varios de los jugadores cubanos en las Ligas Mayores han mostrado disposición y entusiasmo ante la posibilidad de conformar una selección nacional de peloteros de ambas orillas. Como aficionado al béisbol y enemigo jurado de la vanidad chauvinista que caracteriza a las autoridades y a muchos aficionados cubanos, considero que si se concretara la idea de formar el soñado “trabuco” —equipo muy fuerte en lenguaje beisbolero criollo— incluso los representantes las más grandes potencias de este deporte del planeta tendrían que sudar sangre para vencer en el terreno a los jugadores cubanos.
Sin embargo, un tema extra deportivo y extra jurídico constituye, en mi opinión, el principal obstáculo a la conformación del soñado equipo unificado. La extrema ideologización y politización que los gobernantes cubanos imprimen al deporte impide en las actuales circunstancias estructurar una selección nacional sin exclusiones.
Como es natural, esos atletas que han ganado en buena lid libertad personal, estabilidad y solvencia económica y renombre público no van a consentir en ser convertidos en bandera propagandística de los gobernantes cubanos.
No parece fácil que el alto liderazgo de La Habana se libre de la soberbia hegemonista que politiza el deporte de manera lamentable y los lleva a arrogarse el crédito de todas las victorias y éxitos. De hecho, a pesar de haber eliminado la prohibición de difundir el deporte profesional norteamericano, de lo único que no se habla en los medios de difusión de la Isla es de las hazañas y alcances de los peloteros cubanos en grandes ligas. Los logros de José Dariel Abreu, Aroldis Chapman, Yoenis Céspedes, José Fernández, Yasiel Puig y compañía continúan siendo silenciados y omitidos en Cuba.
Los que amamos a Cuba, al deporte y al béisbol, no perderemos nunca la esperanza de ver a los mejores representar y defender el pabellón nacional en los más exigentes escenarios, ya los anteriores Clásicos mundiales demostraron con cuanto orgullo y entrega defienden sus colores patrios las luminarias del Big Show. Sin embargo, considero que a los que se apropiaron de Cuba para destruirla, les falta mucho para consentir que nuestros peloteros de aquí y de allá se reencuentren en el terreno, libres de tutelaje y manipulación, para dar lo mejor de sí para satisfacción de los aficionados y solo…por amor a la camiseta.