LA HABANA, Cuba – Bajo el abrasador sol, por calles de la capital, los sedientos turistas intentan reponer su botella de agua mientras recorren la ciudad. Pero necesitan tener suerte, porque no es extraño un “no hay” como respuesta en varios puntos de venta. Lo que es arduo para los cubanos, a ellos les resulta difícil también, no obstante a recibir un trato preferencial sobre los nacionales.
Sin embargo La Habana se prepara supuestamente para el arribo masivo de visitantes, gracias a los nuevos horizontes que se vislumbran tras los cambios en la relaciones de Cuba con Estados Unidos. Pero si con el volumen actual de turismo es obvio que la infraestructura resulta insuficiente, ¿qué pasará cuando se incremente la demanda?
Todo esto, claro, mirándolo desde el lado que “da negocio”, el de la ganancia, sin importar las condiciones en que viven los ciudadanos cubanos. Lo primero y más lógico sería mejorar el abastecimiento para la gente común, pero esa lógica en Cuba no funciona. Y ya, a fuerza de tanta escasez, el desabastecimiento ha terminado afectando incluso al turismo, la gallina de los huevos de oro.
Salvador Valle Carbó, residente en Campo Florido, Habana del Este, cuenta su anécdota para conseguir unos cigarros: “Era sábado, tarde en la noche, y fui hasta la Rotonda de Guanabo a comprar una botella de agua y una cajetilla de cigarros marca Popular, que son de producción nacional. Pero no había ni lo uno ni lo otro”.
“Pregunté al dependiente qué tenía”, dice, continuando su relato. “¡Sólo Lucky Strike! Pero ese no me gusta y además es caro. Quise conformarme con uno Criollos, que son una marca nacional, y tampoco había. Fui a otros kioscos y recibí igual respuesta decepcionante. Hasta pregunté por unos Titanes, esos cigarros cubanos de tabaco negro, con poca venta porque al fumar producen carraspera. Pero no aparecieron. Terminé por ‘picar’ un cigarro a un amigo”.
Los turistas tampoco escapan del todo a esa realidad. El gobierno cubano, que controla la producción, distribución y venta de la producción nacional y también la distribución y venta de productos importados, no es capaz de garantizar el suministro y venta estables a la población, como corresponde al Ministerio de Comercio Interior. Y eso repercute en la satisfacción del visitante foráneo que, ya sea por equivocación o por el deseo de salirse del turístico –donde hay menos carencias, aunque los precios son algo superiores–, llega a aquellos establecimientos con estantes vacíos y pésimos tratos; donde, por cierto, también están expuestos a todo tipo de estafas.
Llueven las críticas por los desabastecimientos. Incluso productos esenciales muy caros y de venta casi exclusiva en divisa como aceite comestible, mantequilla, queso, leche y otros lácteos, cárnicos, alimentos enlatados, papel higiénico, jabones y perfumes finos y otros muchos en amplia lista que faltan, para contrariedad de la ciudadanía e incluso del ya mencionado turista extranjero que, por mucho que se aparte de la Cuba real en la habitación de un hotel o en las visitas dirigidas, no escapa del todo a la escasez crónica que sufre la Isla.
Se ven deficiencias hasta en hoteles de lujo. La principal carencia es de frutas frescas, vegetales y viandas.
Jorge y María, matrimonio joven de argentinos hospedados en el hotel cuatro estrellas “Be Live – Turquesa” en la playa Varadero, descubrieron que los jugos ofrecidos como naturales, sabor melocotón, guayaba o melón, eran en verdad refrescos sintéticos de polvo. Y la gustada Piña Colada, a base de ron y refresco de paquete. Para colmo no había ni gaseosa de cola. La pareja cuenta que algo parecido ocurría en el hotel también cuatro estrellas Riu Varadero.
Inhábil para mantener suministros estables, el régimen de La Habana autorizó hace unos meses que cooperativas de producción agropecuaria así como campesinos pudieran comerciar con cierta independencia sus producciones, directamente con las gerencias de algunos hoteles. A pesar de la flexibilidad legal persisten la poca variedad de productos o la carencia total.
A medida que más turistas arriben a Cuba, surgirán más problemas para satisfacer la demanda. Aquellos que anden “sueltos” en las calles, fuera de las visitas dirigidas y las caravanas, criticarán no poder comprar agua para aplacar la sed mientras recorren a su antojo un país empobrecido y sin productos para vender. El “no hay” será una respuesta común, incluso para ellos.