GUANTÁNAMO, Cuba.- Con un área total de 176 117 m2, el cementerio Tomás Acea fue construido entre los kilómetros 3 y 4 de la antigua carretera del Junco –hoy Avenida 5 de Septiembre– y terminado en 1926. En 1978 fue declarado Monumento Nacional debido a sus valores arquitectónicos, históricos y ambientales.
Fue ejecutado con parte del dinero que dejó al morir la señora Francisca Tostes y García, viuda del próspero cienfueguero Nicolás Acea y de los Ríos. La generosidad de esta familia permitió a Cienfuegos construir una necrópolis moderna, diseñada para una población de ciento cincuenta mil habitantes.
El proyecto y la ejecución de la obra estuvo a cargo de los ingenieros Pablo Donato Carbonell y Luis Felipe Ros. De ella impresionan la majestuosidad del edificio central y su sobrio diseño, inspirado en los cementerios del nordeste de los EUA. Fueron aprovechadas las ondulaciones del terreno, en el que también resalta la armoniosa relación de las construcciones con la naturaleza, lo cual se pone de manifiesto en la denominación de las calles interiores: Los Pinos, Los Cedros, Los Robles, Las Palmas, Los Álamos y otras, las cuales sirven de enlace con todas las secciones en las que fue dividido el terreno.
Muchos aseguran que la fachada del edificio central está inspirada en la Acrópolis de Atenas aunque la magnificencia de la edificación obedece a las más estrictas normas del estilo neoclásico, corriente arquitectónica que predominó en Cienfuegos desde finales del siglo XIX.
En esta necrópolis destacan los monumentos funerarios de la actriz Luisa Martínez Casado, el dedicado a los Veteranos de las Guerras de Independencia y el de los combatientes contra la dictadura de Batista, así como otros erigidos por pudientes familias cienfuegueras.
También se destaca el Monumento a los Mártires del 5 de Septiembre de 1957, construido en 1977 y debido a un proyecto de los arquitectos Daniel Taboada y Enrique Capablanca, así como el escultor Evelio Locour.
Los depredadores también llegaron al Tomás Acea
Uno de los custodios presentes en la necrópolis el día de nuestra visita, quien declinó ofrecernos su identidad, nos relató que hasta hace un año aproximadamente las fechorías en el cementerio Tomás Acea parecían no tener fin.
“Es un cementerio muy grande, y aunque la cerca perimetral está en buen estado, no es muy alta los maleantes se aprovechan de eso para entrar”, nos dijo. Preguntado acerca de lo que buscan esas personas respondió que “la mayoría vienen a robar huesos para hacer brujerías” pero hasta ha habido quienes han llegado al camposanto para robar elementos de bronce de los panteones y tumbas aunque, según asegura el custodio, al aumentar el número de custodios se ha podido frenar bastante la comisión de esos delitos.
Notando el silencio sobrecogedor del lugar, a la pregunta de si cuando trabaja de noche no ha sentido algún temor, replica sonriendo: “De los muertos no siento miedo pues ellos están ahí tranquilitos. De esos que vienen a profanar el cementerio sí me cuido, y bastante, porque según nuestra experiencia son gente de cuidado. Yo llevo quince años trabajando aquí y este es un lugar tan natural como otro cualquiera, con la diferencia de que siempre te recuerda la cercanía de la muerte.
“Hace unos meses tuvimos que pedir ayuda a la policía pues de madrugada sorprendimos a tres ciudadanos tratando de abrir una de las bóvedas de las logias. Entre todos los custodios pudimos controlarlos y la policía vino rápido, de lo contrario cualquier cosa habría pasado. ¿Quiénes son los peligrosos?”, concluyó, y dando por terminada la conversación se alejó por la calle de Los Álamos.