LA HABANA, Cuba. -Los medios informativos internacionales dieron cuenta esta semana de que la Unión Europea y el gobierno cubano convinieron el pasado miércoles 22 de abril “estructurar el diálogo” sobre derechos humanos. La decisión conjunta fue dada a conocer en una conferencia de prensa conjunta de la jefa de la diplomacia del bloque europeo Federica Mogherini y el canciller cubano Bruno Rodríguez en el marco de la reciente gira de este último por varios países del viejo continente. El anuncio abre de hecho tantas expectativas como dudas a tenor del redimensionamiento o reorientación de las relaciones de las naciones democráticas de Europas y Norteamérica con el único totalitarismo que ha conocido el hemisferio occidental y la persistente resistencia del alto liderazgo de La Habana a asumir posturas autocríticas en esta materia o tan siquiera reconocer la pertinencia de los valores universalmente reconocidos.
Después de un mes del viaje de Mogherini a La Habana, al hacer el anuncio ambos representantes se mostraron optimistas en avanzar en el diálogo en curso, aunque reconocieron las diferencias que en esta materia mantienen las dos partes, lo cual hace complejo y nada fácil el intercambio planteado. La alta funcionaria europea anunció la designación de Stavros Lambrinidis, representante especial de la Unión Europea para los derechos humanos, para encargarse de la difícil tarea.
A pesar de que ambas partes han reiterado su voluntad de hacer avanzar este nuevo diálogo bilateral, matizado además por los nuevos ambientes de distensión que caracterizan las relaciones Cuba- Estados Unidos, considero que no va a ser nada sencillo alcanzar resultados trascendentes en este nuevo intento de comprometer a las autoridades cubanas, de manera seria y consecuente, con el respeto a los derechos y dignidades de la persona humana.
Ya constituye una enorme concesión comenzar un diálogo sobre el tema mientras el gobierno cubano mantiene intactos sus presupuestos legales e institucionales y las prácticas cotidianas que desconocen y violan casi todos los derechos de los cubanos. Porque para respetar los derechos de los demás solo hay que respetarlos, para asumir las responsabilidades que asisten a cualquier gobierno con la garantía y promoción de los derechos humanos solo hay que actuar en consecuencia, no hace falta conversar con ningún ente ajeno, por mucha buena voluntad y compromiso que anime al interlocutor foráneo e influyente.
No es la primera vez que se ensaya un ejercicio como este, en otros momentos la propia Unión Europea o algunos gobiernos por separado han intentado conducir al gobierno cubano, a través del diálogo constructivo, por el camino del compromiso serio con los valores y prácticas universalmente reconocidos. Recuerdo ahora los esfuerzos del ex primer ministro canadiense Jean Luc Cretien, con quien incluso los gobernantes cubanos llegaron a importantes acuerdos y de quien obtuvieron considerables recursos financieros, y a quien por cierto empujaron a una crisis política al ser cuestionado en su país por propios y ajenos por los nulos resultados de un acuerdo que el alto liderazgo de La Habana convirtió en letra muerta.
No puedo imaginar cual será el diseño planificado por la Unión Europea para alcanzar resultados positivos tanto en materia de cooperación como en ámbito de los derechos fundamentales en Cuba, habida cuenta de que los gobernantes cubanos se escudan en trasnochados conceptos de soberanía para mantener su hegemonismo político, apuntalado por el total desprecio a los derechos individuales y la soberanía popular.
Hace unos meses en el marco de un diálogo de varios líderes de la sociedad civil independiente con el viceministro de relaciones exteriores de Polonia, expresamos nuestro respaldo a los esfuerzos de la Unión Europea por encaminar al gobierno cubano por senderos democráticos a través del dialogo, pero reafirmamos el imperativo de dejar de ser objetos de solidaridad para convertirnos en sujetos protagonistas legítimos de una correlación sociopolítica que exprese la natural diversidad y pluralismo de la Cuba actual.
Varios son los argumentos que la Unión Europea puede esgrimir en el marco de este difícil diálogo. Bien podrían hacer hincapié en las normativas y presupuestos institucionales que desconocen derechos fundamentales, que penalizan libertades elementales. La aberración jurídica del índice de peligrosidad pre delictiva podría ser un fuerte elemento de discusión y cuestionamiento. Los interlocutores europeos deben impugnar de manera persistente la violencia terrorista que cada día reprime la oposición pacífica dentro de Cuba.
Otro elemento factible de analizar es el doble rasero del gobierno cubano, el cual participa en el sistema de promoción y protección de los derechos humanos de la ONU, pero mantiene hacia el interior de la Isla silencio o tendenciosa manipulación sobre lo que sucede en estos espacios vinculantes de articulación global.
La Unión Europea en el marco del diálogo planteado podría reafirmar la necesidad de ratificar los Pactos de derechos humanos firmados en febrero de 2008 por las autoridades de La Habana, amén de utilizar como patrón de cuestionamiento y exigencia las críticas, señalamientos y recomendaciones enviados a Cuba por el Examen Periódico Universal EPU, por el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial CERD, por el Comité de la ONU contra la Violencia Contra la Mujer CEDAW, por el Comité de la ONU de los derechos del Niño o por el Comité de la ONU para la protección de la Libertad de Asociación, Reunión y Manifestación Pacífica.
Deseo la mejor de las suertes para los interlocutores europeos, sin embargo dudo mucho puedan lograr un compromiso consecuente de una contraparte que carece de la mínima voluntad para reconocer la dignidad y los derechos del otro, una contraparte que sueña con construir sólidas alianzas con las grandes potencias y conservar intactas su hegemonía interna y su capacidad represiva.
Atención líderes democráticos del mundo, en Cuba y América no necesitamos un Mubarak, un Rey Fahd, tampoco un Vladimir Putin.
Montesinos3788@gmail.com