LA HABANA, Cuba. – La marcha independiente convocada por la comunidad LGBTI+ comenzó cuando el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), dirigido por Mariela Castro, suspendió la conga contra la homofobia.
La certeza de la subordinación de la comunidad gay a una institución con semejante agenda política privó a la hija de Raúl Castro del control total de la convocatoria, que le fue arrebatada en las redes sociales.
Sin nombres de líderes a quienes apresar para impedir la marcha independiente, las redes sociales dejaron una opción al régimen: visualizar un fuerte aparato represivo en el lugar de partida.
Desde tempranas horas del 11 de mayo fuerzas paramilitares, policías uniformados y vestidos de civil custodiaban un diámetro de hasta trecientos metros alrededor del Parque Central de La Habana.
A medida que el día avanzaba hacia las 4:00 p.m., las esperanzas de iniciar la marcha gay se mantuvieron depositadas en unas 50 personas, rodeadas de militares y prensa extranjera.
Omara Ruiz Urquiola definió este primer momento como “un ambiente de intimidación policial”.
“El taxi en el que llegamos nos dejó lejos del Parque Central, por la zona de la tabaquería Partagás, desde allí comenzamos a ver dúos y tríos de policías con perros. Cuando llegamos al parque había más prensa que miembros de la comunidad LGBTI+, había muchos paramilitares vestidos de civil hablando por radio”.
Sin embargo, los primeros minutos de la marcha en el corazón de La Habana quedaron descritos así: presentaciones, reencuentros, cordialidad, y un espíritu alegre que afinó nuevas amistades.
“Fue un momento bonito”, dijo Oscar Casanella, un activista que asistió en apoyo a la comunidad LGBTI+. “Creo que ganó protagonismo la espontaneidad del momento. La naturalidad de las personas que se fueron sumando hizo heterogénea la marcha”, agregó.
A pesar de la hostilidad policial, la confianza creada entre los participantes motivó el comienzo de una marcha sin precedentes por el Paseo del Prado habanero.
El giro sumatorio
Una vez reunidos en el Parque Central los participantes asumieron el encuentro como una victoria. Los represores, por su parte, interpretaron que era una victoria pírrica hasta que los manifestantes cruzaron los escasos metros que separan al Parque Central del Paseo del Prado.
El historiador y periodista Boris González Arenas recuerda el giro inesperado que convirtió el encuentro en manifestación multitudinaria: “Un periodista extranjero me dijo: hay más periodistas que personas. Claro, es que la gente no llegó al pie de la estatua de José Martí. Metieron los perros, el dispositivo militar. La gente lo vio desde las esquinas, y no llegó”.
Boris asegura que cuando se inició la marcha, cruzando la calle para llegar al Prado, se triplicó el número de participantes.
Fue en ese instante que la convocatoria tomó todos los colores de la diversidad. Quienes no se atrevieron a llegar hasta el Parque Central, salieron de los portales que franquean el Prado y se incorporaron a la marcha.
La pasividad radial de los partes policiales disparó la alarma. La suma de unos 300 participantes en la primera convocatoria LGBTI+ independiente de Cuba se había salido por segunda vez del control oficial.
El paso de los manifestantes por el paseo habanero oxigenó la ciudad con aires de libertad, no acostumbrados para los cubanos.
“Yo creí por un momento que estaba en España, en las marchas gais a las que voy para apoyar a la comunidad”, así describió Ileana Hernández los diez minutos que duró el recorrido.
“Cuba es diversa”, “Cuba arcoíris” y “Sí se pudo” fueron las principales consignas coreadas, hasta que la marcha fue detenida por la policía en la intercepción de Prado y Malecón.
La represión
Los rostros de los paramilitares apostados en el Parque Central reaparecieron cuando la marcha intentaba llegar a la Avenida Malecón y continuar hasta el Vedado.
Un cordón de paramilitares secundados por policías uniformados detuvo la alegría. Otra vez la intimidación policial lograba dispersar la cohesión que hasta el momento empujaba a los manifestantes.
Boris González narra que el método represivo fue similar al utilizado contra otras manifestaciones de la sociedad civil: “Llegó una guagua de transporte público, se bajaron de ahí todos los paramilitares y fueron para arriba de nosotros. Supe más de lo sucedido después por las fotos que por mi memoria”.
Nadie tiene la certeza sobre cuándo y cómo comenzaron los arrestos. El testimonio audiovisual ubica una decena de detenidos en diferentes puntos donde la policía estaba apostada.
El primer intento de arresto que describen los participantes es el de Ileana Hernández. El resto de las detenciones fueron simultáneas y con marcada alevosía, sobre todo en el caso de Oscar Casanella, quien relató que desde el primer momento usaron la violencia en su contra.
“Me agarraron violentamente y les pregunté ʻ¿por qué me hacen esto si no me estoy resistiendo?ʼ, y enseguida comenzaron a torcerme los brazos”.
Oscar terminó con una herida en la región frontal, cuyos bordes lisos indicaron a la doctora de guardia en el hospital Calixto García que había sido realizada con un objeto contundente.
Régimen: nadie fue arrestado
Refiriéndose a los comportamientos “no cívicos” de los participantes en la marcha el subdirector del Cenesex dijo en los medios oficiales: “Varios fueron conducidos fuera del lugar, pero a ninguno se procesó jurídicamente, ni se le privó de la libertad”.
Para los “no cívicos” que intentaron ejercer su derecho de continuar la marcha, la jornada culminó en la noche. La dispersión del bloque se realizó mediante detenciones momentáneas y el traslado a los calabozos de diferentes estaciones policiales.
Durante los arrestos, los detenidos narraron que fueron intimidados por oficiales de la seguridad del estado.
Boris coincidió con algunos manifestantes en la 5ta Unidad de Policía, en el municipio Cerro. “Ariel (Ruiz Urquiola), Yasmani Sánchez y yo estuvimos horas en una celda, por orden de la Seguridad del Estado. A Yannia del Risco e Ileana Hernández las dejaron fuera. El trato durante la estancia en la estación policial no fue malo, a la policía no le agrada que la Seguridad del Estado le imponga sus métodos, que violan descaradamente las leyes”.
Oscar Casanella fue el último de los detenidos en ser liberado. Pasadas las 11:30 p.m. salió de la Unidad de Policía de Zanja, en el municipio Centro Habana. En el parque lo esperaban su esposa, Ariel Ruiz Urquiola, Ileana Hernández y Boris González Arenas.
Dos días después de las agresiones físicas, Oscar reclamó el certificado de lesiones o de primera intención en el hospital Calixto García, donde fue atendido después de su “salida” de la marcha. Las autoridades del centro médico se negaron a entregarle el documento e indicaron que debía solicitarlo a la policía.
Casanella señaló en una publicación de Facebook que la policía no tiene registros de su arresto.
“Fui a ver al policía que estaba de guardia en el hospital el sábado 11 de mayo. Me buscó en el libro, pero aseguró que mi nombre no aparece registrado. Resulta que ahora yo nunca fui arrestado”.