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LA HABANA, Cuba.- Una experiencia inédita para esta isla tuvo lugar el pasado viernes en la ciudad de Pinar del Río, famosa por su proverbial ausencia de novedad. La Cenicienta de Cuba acogió el primer concierto de música de videojuegos de Nintendo, así como de anime y manga, interpretado por la camerata Éxtasis bajo la batuta del maestro Liván Labrada Morales, fundador del ensemble.
En este doble estreno —de formato y programa—, el maestro Labrada eligió partituras de juegos y series bien conocidos entre los fans, como The Legend of Zelda, Final Fantasy, La princesa Mononoke y Nausika en el valle del viento. Además de reavivar con la iniciativa el programa de música de concierto en Pinar del Río, el director se propuso conectar a públicos y generaciones que parecen muy distantes en cuanto a la conciliación de sus intereses.
Mientras los amantes de la música sinfónica hoy son ejemplares de una fauna en peligro de extinción, los aficionados al anime japonés —también denominados otaku, individuos fascinados por determinados aspectos de la cultura japonesa— y los videojuegos, conforman un vasto segmento de público de distintas edades, con un bagaje cultural variado, que han encontrado zonas en común para la interacción y el entretenimiento.
La idea de hacer coincidir ambos universos sonoros ha sido ampliamente explotada a nivel internacional. Comenzó a finales de la década de 1980 en Japón, llegando a Occidente en los primeros años del siglo XXI.
Uno de los hitos memorables se produjo en junio de 2011 en la ciudad de Colonia (Alemania), con el concierto Symphonic Odisseys. En aquella ocasión, una orquesta sinfónica interpretó música de videojuegos compuesta por el maestro Nobuo Uematsu; desde entonces, ha aumentado el número de formatos de concierto que han incorporado esta música en sus programas.
En Cuba las orquestas sinfónicas se mantienen atadas a los repertorios convencionales y el reconocimiento que la cultura vinculada al anime, el manga y los videojuegos ha despertado a nivel institucional, es mínimo. Con esta atractiva variante de la cultura urbana sucede hoy lo que en otros tiempos con el rock o el rap: sus seguidores carecen de espacios para expresarse; y su actividad se limita a un fenómeno de interés para un grupo específico, que no cuenta con apoyo promocional ni legitimación.
El concierto ofrecido en Pinar del Río es el adelanto de una temporada prevista para 2018, dedicada a esta música que no es apreciada como un fin en sí misma, sino mediante el producto para el cual ha sido compuesta. La premier, si bien generó cierta curiosidad, no tuvo el acompañamiento de un público apasionado del tema. El director intentó que la interpretación de la camerata estuviera apoyada con la proyección de imágenes de los videojuegos y filmes homenajeados, pero por falta de recursos y voluntad no pudo ser.
Si hubiese realmente una estrategia orientada a llevar opciones culturales a esta juventud desentendida, sería fácil notar que se necesita muy poco para que la música sinfónica interese a las nuevas generaciones. Bastan una orquesta de cámara y una pantalla para que el panorama musical urbano, castigado por la mismidad del reguetón y sucedáneos, cambie sin perder público.
Los dictadores de la cultura menosprecian todo lo que no suene o huela a “raíces”, pero delante de sus ojos está creciendo un público que se ha dejado fascinar por la historia y la cultura japonesas. Los otaku no se limitan solo a las películas y los videojuegos; se han apropiado de toda clase de valores: vestuario, maquillaje y hasta conductas emocionales que pueden rastrearse años atrás, hasta aquella microcultura “emo” que sustituyó a los “frikis” en la céntrica avenida de G.
Con el debut de la camerata Éxtasis y su concierto homenaje a los videojuegos, el anime y las historietas japonesas, un público poco visible retoma algo del protagonismo que alcanzó hace aproximadamente una década. Un fenómeno que podría magnificar su impacto si se realizara, por ejemplo, en La Habana.