LA HABANA, Cuba.- Con bombo y platillo la plataforma informativa oficial dio a conocer que el Hospital Julio Trigo de esta ciudad recibe una reparación capital, en cuya primera fase se rehabilitaron las instalaciones del ala este. No obstante, la inestabilidad en la atención médica, la falta de instrumental y de accesorios en las salas, entre otros defectos del servicio, continúan generando insatisfacciones en pacientes y familiares, según el testimonio de estos.
Más de una década de deficiencias administrativas donde afloraron problemas de higiene y alimentación, de robos, unidos a la ausencia de especialistas en medicina o enfermería y de equipos para realizar importantes pruebas, así como un estado constructivo con áreas de la edificación que debieron clausurarse por riesgo de derrumbe, hicieron ganar al hospital tal impopularidad que muchos lo llaman por el mote de “sala ocho”. En la charada, el número ocho significa “muerto”.
El instituto recibe a miles de pacientes que llegan de la provincia Mayabeque, fundamentalmente de los municipios Bejucal, San José de la Lajas, Quivicán y Batabanó, según comunicó un enfermero del Cuerpo de Guardia.
Desde 2014, Maritza Jerez Enríquez interna regularmente a su padre, de 69 años, para atender un tumor en el páncreas y otras complicaciones en el sistema hepático, en el hospital Julio Trigo. El último de estos ingresos transcurre desde diciembre pasado.
A modo de comparación, Jerez resalta que “ahora hay agua el día entero, la higiene es bastante buena, las salas tienen televisión, ventiladores, pero al final la deuda con la atención, con el servicio (médico), sigue sin saldarse”.
Destaca que repetidamente faltan las torundas, gasas, tijeras esterilizadas, bisturís, bolsas para recoger los líquidos biliares, termómetros, medicamentos como la dipirona en tableta y reactivos para los análisis en los laboratorios. “A cada rato tienen que inventar para terminar de curar la herida de la operación que hicieron a mi papá. Los otros días una doctora, molesta, reclamaba al enfermero que cómo no iba a tener gasas en la sala. Sugirió que eso pasaba porque las vendían”, espetó.
Por su parte, el hijo de Leticia Curbelo se recupera tras ser intervenido quirúrgicamente, como consecuencia de cinco puñaladas que le propinaron en una riña callejera.
Comenta Curbelo que los doctores se marchan de la sala temprano en la tarde. Después los acompañantes tienen que “torearlos (buscarlos) por todo el hospital”, al igual que a los enfermeros, para que acudan al cubículo a asistir los pacientes.
“Para casi todo te indican lo que hay que hacer y muchas veces ante la tardanza y la indiferencia, somos los familiares quienes terminamos curando a nuestros enfermos. A veces, hasta que no terminan de conversar, de hacer cuentos, no pasan”, comentó.
En otra arista, amplía que no se cumple con todas las cuotas de alimentación establecidas, así como con las dietas asignadas por los especialistas que, si los familiares de los enfermos no la reclaman, se entrega sin la debida ración de proteína.
“En ocasiones no dan merienda, que se sabe está asignada. Otra cosa inexplicable es que los acompañantes no recibimos alimentación de ningún tipo. Algunos vivimos lejos y pasamos varios días aquí”, expresó Curbelo.
Odisea por una ambulancia
Especialistas de Cirugía del Julio Trigo enviaron a Luis Eduardo Jerez Núñez, padre de Maritza Jerez Enríquez, hacia el Hospital CIMEQ, uno de los dos únicos centros del país donde se práctica la prueba y operación de CPRE. El traslado del paciente corría a cargo del Servicio Intensivo de Urgencias Médicas (SIUM).
Operado, cerca del mediodía, Luis Eduardo se había recuperado de la anestesia general y aguardaba por el retorno al Julio Trigo. La doctora que efectuó la cirugía informó a la hija que la condición de salud era irreversible, y que solo restaba esperar, en breve tiempo, que sucediera lo peor.
Sin embargo, la ambulancia del SIUM jamás apareció. Alrededor de las tres de la tarde, presa de la desesperación, la hija comienza a llamar al Julio Trigo para que enviaran el transporte. En el CIMEQ libraron compromisos argumentando que la responsabilidad del regreso recae en la institución médica de origen.
“Del Julio Trigo decían que lo único que podían era reportar el caso al SIUM, quien de ahí en adelante asumía la transportación”, relata Jerez. “En el CIMEQ, el jefe del Cuerpo de Guardia, un Teniente Coronel que todos llamaban ‘nene’, nos trató como perros; dijo que ellos no podían darnos una de sus ambulancias porque eran para sus casos. Y eso que es el mejor hospital de Cuba”.
El CIMEQ es una institución médica que pertenece al mando militar. Sus servicios están dirigidos a oficiales del Ministerio del Interior (MININT), altos oficiales del ejército, líderes y altos funcionarios del gobierno, además de otras personalidades del país y el extranjero. En el centro recibió tratamiento contra el cáncer el ex presidente venezolano Hugo Chávez.
Para mayor incomodidad, a pesar de las horas de espera, los médicos de guardia se negaron a conseguirle una cama al enfermo, que permanecía sentado en un sillón.
Puesto al tanto, este reportero acudió a pedir explicaciones en el hospital Julio Trigo, donde fue atendido por una funcionaria que se identificó como la Vice Directora “Yunia”.
Según la funcionaria, el SIUM tiene dos servicios: uno para casos de urgencia y otro que cubre la ida y regreso de los pacientes que se trasladan a otras instituciones para recibir tratamientos específicos.
En el caso de Luis Eduardo, “la reservación se hizo el día antes y ya no había capacidad en el servicio regular, por lo que hubo que trasladarlo en una ambulancia de emergencias, la cual no tiene que esperarlo. En esa circunstancia solo nos resta pedir al SIUM que mande otra ambulancia. Tiene que esperar”.
La atención que recibió Luis Eduardo se realiza mediante un turno previo solicitado con al menos una semana de antelación. Jerez se pregunta: ¿con tanto tiempo por delante acaso no debieron prever en el Julio Trigo el procedimiento con la ambulancia, o de quién es responsabilidad entonces?
Pasadas las ocho de la noche, un Coronel del MININT que acudió a que atendieran a un familiar, enterado de la situación, se solidarizó y después de varias llamadas consiguió una ambulancia del propio CIMEQ.
“Cuando vimos la ambulancia papi comenzó a llorar, creía que pasaría la noche en el sillón”, dijo Jerez.
De vuelta en el Julio Trigo, llegaba la hora de la primera cura. En la sala no había tijeras, por lo que la enfermera mandó a Jerez al Cuerpo de Guardia a “resolver” alguna. Allí, los enfermeros alegaron que no podían prestar las tijeras, “que eso era asunto de la sala”. Comenzaba otra odisea, ahora por unas tijeras.
“Esto es el mismo perro, pero con diferente collar”, sentenció Jerez.