LA HABANA, Cuba – “Fue un milagro, me salvé por instinto. Había llovido mucho por esos días y pensaba: ‘empezó la tortura del peligro de derrumbe. En cualquier momento el edificio nos cae encima’”, cuenta Julio Moreno Tamayo, de 53 años y residente en Malecón y San Lázaro, una de las zonas más destruidas de Centro Habana.
“Dormía. Me despierta la arenilla que cae sobre mí y corro a refugiarme en el baño, que resistió el impacto del desplome. En la carrera recibí golpes y heridas. Mi mamá no estaba”, continúa describiendo. Fue la madrugada del 11 de octubre, cuando la vivienda donde residían él y su madre se derrumbó, después de tantos años de abandono y vivir con miedo a lo peor.
Prosigue: “Desde 2012 estoy detrás de una funcionaria del Instituto de la Vivienda de Centro Habana para que apuntalen el techo con vigas de madera, pero ella respondía que no había”. Sin embargo, “después del derrumbe, entonces sí apareció suficiente madera”.
Una familia que vivía en la planta alta fue reubicada en un lugar seguro. Pero no apuntalaron el techo de Julio, quien posee un dictamen técnico expedido por la Oficina de Rehabilitación y Desarrollo del municipio Centro Habana con fecha del 22 de mayo de 2012, firmado por Ada L. García y otros dos funcionarios, donde consta que el inmueble está efectivamente inhabitable y marcado para ser derrumbado.
Julio es conductor de un taxi, pero desde el derrumbe no trabaja debido a los golpes en la cabeza, un pie y la espalda. Siente mucho dolor. Ahora duermen él y la madre en el mínimo espacio de cocina que quedó en pie.
Por su parte, Rodolfo Gerez Yero y Anabel Alberto Díaz también perdieron su hogar al desplomarse el inmueble de Malecón y San Lázaro. Él es vendedor ambulante de dulces y ella ama de casa. Sin techo, el matrimonio y sus dos hijos pequeños andan errantes. Hermanos de religión los acogen, pero no tienen un hogar estable.
Rodolfo reclama al Instituto de la Vivienda les garantice dónde vivir. La institución le ha respondido que no tiene casas ni albergues colectivos disponibles.
Le indicaron hacer la solicitud a la dirección del Plan Malecón, un proyecto de reconstrucción de inmuebles en esa franja de la ciudad. Pero aunque vivían en la misma área patrimonial, le dijeron que el edificio siniestrado no estaba incluido en el Plan.
Vivienda le dijo que entonces busque por su cuenta alguna casa cerrada, sin dueño, para entregársela. Pero cada vez que en sus recorridos por la capital encontraba algún inmueble supuestamente sin dueño, al presentar propuesta, le decían “esa no puede ser porque es de algún particular o del gobierno”.
Otro matrimonio con un niño viven en el sótano del edificio, que todavía resistió. Ellos también escaparon con vida del desastre, pero quién sabe hasta dónde dure su suerte, con tantos restos y escombros alrededor.
Los damnificados aseguran que funcionarios del gobierno, de Vivienda, médicos y paramédicos, se personaron de inmediato al ocurrir el accidente, pero no han regresado interesarse por ellos. Aún confían en no ser ignorados por completo.
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