LA HABANA, Cuba -Todos los lunes en la noche, una gran parte de la población cubana sintoniza el programa humorístico Vivir del Cuento, que trasmite el canal Cubavisión. Es un espacio donde el actor Luis Silva, mediante su personaje Pánfilo, se las ingenia para entrelazar su actuación con una sarcástica crónica social que le ha ganado el aprecio de muchos.
El programa intenta suavizar con la risa las desventuras cotidianas, que se traslucen desde las grandes colas para adquirir papas, la mala calidad del pan, las engorrosas operaciones en los bancos, el pésimo servicio del transporte público, la falta de papel higiénico o, entre otros absurdos, la caducidad de la cartilla de racionamiento.
En una de sus actuaciones, el comediante, valiéndose del humor negro, escenificó una sátira sobre las funciones de una simple jabita (bolsa) de nailon en nuestra sociedad:
“Más allá de ser el sustituto de aquella amplia gama de envolturas que gratuitamente ostentaba la otrora red comercial de la isla, la jabita de nailon también sirve para sellar salideros de agua, se usa como aislante en los cables eléctricos, resguarda los colchones del orine de los niños y los ancianos, y se aprovecha como soporte en los recipientes de la basura en los hogares”.
En este juego de intenciones, Silva consigue que los cubanos se rían de sus propias desgracias, quizá como consuelo.
La jabita de nailon irrumpió en medio de la crisis de los 90, que obligara al régimen a despenalizar el dólar estadounidense y abrir una cadena de tiendas recolectoras de divisas, únicos comercios donde los productos iban acompañados de envolturas para llevar. A falta de los cartuchos (bolsas de papel, biodegradables), los papeles platinados y encerados, y otras tantas envolturas que habían desaparecido casi desde el principio del gobierno revolucionario, cada vez que los cubanos conseguían una jabita de nailon en esas tiendas, la guardaban para usarla una y otra vez. Y esta práctica, generalizada, se convirtió en hábito.
Hoy, ninguno de los comercios estatales en moneda nacional ofrecen envoltorio. Sólo lo hacen (aunque no siempre) en las tiendas de divisas. Entonces tuvo que aparecer el oportuno mercado negro, donde cientos de ilegales se las arreglan vendiendo jabitas en los alrededores de todos los comercios, al módico precio de un peso cubano.
De ahí sale el sarcástico pregón “coge tu jabita aquí”, que en más de una ocasión ha servido a humoristas y a pobladores para preguntarse: ¿Por qué dicen que la jabita es mía, si está en sus manos?
Leonpadron10@gmail.com