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Buquenques, los dueños de la piquera

 

Carros de alquiler, Cuba
Carros de alquiler, Cuba

LA HABANA, Cuba.- En la piquera de autos particulares de alquiler ubicada a un costado del Parque de la Fraternidad, frente al hotel  Saratoga, en la Habana Vieja, una pandilla de delincuentes decide qué carros cargan o no pasajeros hacia Alamar, al este de la capital.

Su jefe es un “excluible” (fue deportado de los Estados Unidos) y reciben cinco pesos de recompensa de cada chofer que despachan.

Las voces de los buquenques, como los llaman, se escuchan a cientos de metros del lugar.  Vociferan  la dirección en que se dirigirá el taxi y la cantidad de pasajeros que puede llevar.

Con sus gestos y gritos, estos rufianes mantienen intimidados a los choferes y sus pasajeros.

El 11 de febrero, en horas de la tarde, presencié la disputa de uno de estos inspectores “a la cañona”  con una pasajera, que se disponía a  montar en un taxi que no había sido escogido por la pandilla. El tipo, y dos de sus compañeros, insultaron al chofer del auto, un Plimouth de los años 50, de  color carmelita, y a los pasajeros que intervinieron en la riña, recordándoles que él era quien  decidía qué carro  salía y cuál  no.

Los pasajeros se mostraban muy molestos. Uno culpó al gobierno de esta situación.  “Tanto que exigen licencias a los particulares para ejercer cualquier oficio, y permiten  que delincuentes dirijan estas piqueras y obliguen a los pasajeros a montar en los carros que ellos decidan”, comentó.

Los pasajeros pagan de 10 a 20 pesos, en dependencia de la distancia del lugar al que se dirijan. Cada carro carga cuatro o cinco pasajeros.

Estas situaciones con los llamados buquenques, que en su mayoría son ex reclusos o individuos de pésima conducta social, son comunes en casi todas las piqueras particulares de la capital.

Hace varias semanas, en esa misma piquera del Parque de la Fraternidad, Mario José, de la Agencia Social de Periodistas independientes (ASPI), fue raptado y conducido a un sitio apartado en Lawton, donde fue salvajemente golpeado, robado y abandonado a la orilla de una línea de tren. La policía  ha hecho caso omiso de este suceso.

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