En la reciente prohibición para ejercer la medicina veterinaria por cuenta propia no se ha tenido en cuenta que la labor del veterinario es fundamental
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LA HABANA, Cuba.- Con el característico lenguaje empleado por los dirigentes cubanos para que parezca que dan cuando en realidad están quitando, puede verse en el periódico Juventud Rebelde del miércoles 10 de febrero de 2021, página 5, el siguiente titular: “Autorizan ejercicio de la medicina veterinaria para animales afectivos”. En realidad, en el contexto de las nuevas restricciones al trabajo por cuenta propia se prohibió ejercer la veterinaria de manera privada, como aparece en la nota, mediante el decreto 20/2020, artículo 5.
Pero son tantas las prohibiciones y leyes absurdas que el régimen castrista ha impuesto en Cuba, que los ciudadanos se ven obligados a quebrantarlas para poder sobrevivir. Los médicos veterinarios no son ajenos a esta realidad. A estos profesionales no se les permite ejercer de manera privada, pero muchos lo hacen incluso a riesgo de perder el título.
La atención brindada en la céntrica clínica veterinaria José Luis Callejas Ochoa, sita en Infanta y Carlos III, no puede calificarse de buena. Para empezar, hay que trasladar al animal hasta allí, lo cual resulta bastante engorroso para aquellos que dependen del transporte público. Quienes alguna vez se han visto precisados a llevar a su mascota, describen falta de sensibilidad, mobiliario en mal estado, higiene deficiente, escasez de medicamentos y equipos averiados. Claro que esas privaciones no se evidenciaban en la consulta para extranjeros, perteneciente a la misma clínica, donde sí había un excelente servicio, pues hasta de las mascotas se aprovecha la dictadura para obtener divisas.
Por estos y otros motivos los dueños de animales afectivos prefieren a los veterinarios particulares, que generalmente ofrecen mejor atención, cercanía y también visitas a domicilio tantas veces como sea necesario. Además, aunque habitualmente no tienen cómo conseguir instrumental de laboratorio ni aparatos médicos como rayos X o ultrasonidos, en la medida de lo posible sí consiguen la anestesia y las medicinas, sin olvidar además algo muy importante, que es el vínculo afectivo que se establece con el dueño y el animal.
Según la prensa (Granma, 7 de julio de 2010), los suministros de medicamentos de uso animal se gestionan a través del grupo empresarial Labiofam, el cual “garantiza más del 95 % de los medicamentos de uso veterinario”. Sin embargo, en la práctica estos no aparecen en el mercado, y cuando lo hacen es a precios excesivos, pues aunque el mencionado laboratorio fabrica ciertos medicamentos, no hay una farmacia especializada donde la población pueda adquirirlos, a no ser en divisas.
Otra gran traba para los veterinarios particulares es que tampoco tienen permitido emitir recetas. Ante la necesidad de salvar a un animal hay que acudir a los médicos, y en ocasiones incluso mentir como si fuera para uso humano.
La ausencia de vacunas, por su parte, es otro gran problema de salud que pone en riesgo la vida humana, dado el peligro de transmisión de enfermedades mortales como la rabia o la leptospirosis.
Tal como ocurrió en la década de los noventas, la inminente hambruna hace que muchas personas se decidan a criar animales como conejos, aves de corral, cerdos o chivos. Sin embargo, en la reciente “autorización” para ejercer la medicina veterinaria por cuenta propia se mantiene la prohibición de atender a esa clase de animales. No se ha tenido en cuenta que la labor del veterinario es más abarcadora que solo curar perritos y gaticos, y que resulta fundamental para garantizar el éxito y salubridad en la crianza de animales de granja.
Recientemente parió la vaca de un vecino, dueño de una finca. El parto se complicó y el animal perdió mucha sangre. Este señor fue inmediatamente a buscar a un veterinario conocido que le ha atendido sus reses en otras ocasiones. Sin embargo, en esta oportunidad el profesional se negó a brindarle servicio por miedo a perder el título. “Ahora están puestos para eso, y hay muchos chivatos”, alegó. Luego de mucha insistencia, y al darse cuenta de que la situación era grave, accedió a ir, pero solamente de noche. Afortunadamente la res y su cría pudieron salvarse, pero podría no haber sido así.
Otro vecino que cría chivos me comentó que una vez fue al consultorio agropecuario de 16 y Dolores a solicitar el servicio del veterinario para una chiva que se había lastimado una pata. Pasaron los días y el veterinario nunca vino. Mi vecino, por su cuenta, comenzó a aplicarle yodo y ungüentos, y así logró curar al animal.
Según la nueva disposición, para atender a los animales de granja hay que contratar el servicio en los consultorios agropecuarios. Dicho en otras palabras, los animales cubanos también están a merced del abandono y la desidia.
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