LA HABANA, Cuba.- Cuando este mes de abril Raúl Castro ceda el puesto que heredara en 2008, los cubanos tendrán que conformarse con solo escuchar el nombre del “designado”, una figura que, aunque todavía es una incógnita, se sabe que no será un rostro desconocido.
No es necesario ser vidente para pronosticar las “cualidades” del “elegido”, alguien que sin dudas será cercano al general, es decir, probado en sus lealtades y dispuesto a asegurar que las cosas en la isla continúen tal cual.
Tampoco hace falta demasiada imaginación para intuir que el próximo “Número Uno”, en su camino de alcanzar el puesto, habrá sido sometido a una rigurosa pesquisa por parte del aparato de inteligencia y que en algún lugar insospechado debe haber cientos de grabaciones de audio y video más otros materiales de información muy confidencial que ha sido y continúa siendo analizada para determinar si el hombre está capacitado para “heredar” los cielos y la tierra.
Como cualquier curioso, no dejo de preguntarme qué cosas habrá, y que tal vez jamás sabremos, ocultas en esa documentación secreta. Por supuesto que todo lo que puede generar la naturaleza humana: inseguridades, inconsecuencias, desconfianzas, ambiciones, temores exteriorizados en gestos, acciones, escrituras, intimidades de todo tipo, hasta en anécdotas de la infancia que posiblemente el sujeto ya tiene por olvidadas o en simples rasgos de su caligrafía o de su voz.
Conociendo la historia más reciente, en cuanto a las pugnas por el poder y sus consecuencias, los videos filtrados de una claque olímpica acusada de traición y las cíclicas “defenestraciones” y purgas, puedo imaginar que quien ganará el concurso en abril de este año también subirá al trono con una pistola verde olivo apuntándole a la cabeza.
No hay muchos modos de estar seguros, por tanto soy libre de imaginar que ya existe esa secuencia grabada lo suficientemente inocua como para no convertirlo en sujeto descartable pero, a la vez, muy útil como as bajo la manga si El Elegido olvidara el guion aprendido y pidiera a gritos una buena dosis de chantaje.
Pudiera pensar en una cuenta bancaria no declarada, en indicios de un pacto con los “demonios internos o externos” o simplemente en una frase de mal gusto dicha en el lugar y el momento equivocados. Cualquier cosa sería tan útil como aquellas fotos de hombres desnudos encontradas, en el momento justo, en el armario de Diocles Torralba; la vocación empresarial de Roberto Robaina descubierta la noche antes que anunciara su viaje a Panamá, o el choteo cruzado entre Lage, Pérez Roque y Valenciaga en el más oportuno de los instantes.
Es decir, pareciera que existe un patrón que aterriza nuestras especulaciones. Sin embargo, nadie puede asegurar que Cuba no sea un fértil terreno para las casualidades y que las pruebas condenatorias aparecieron en el minuto exacto.
De todas maneras, pienso que sería muy ingenuo creer que un advenedizo, sin importar méritos y cualidades, al igual que la jirafa entre los demás animales de la pradera, se alzará a los cielos y alcanzará a comer de las ramas más altas si antes no paga con el precio de su mudez.
En un país donde los “electores”, a solo un par de meses del cambio de poder, desconocen el nombre de los candidatos a la presidencia, tampoco es raro que no exista una ley de transparencia y de acceso a la información que obligue a que todo lo publicado sobre los aspirantes sea mucho más que una ridícula y magra biografía y que se anexen estados de cuenta y declaraciones juradas en audiencias públicas donde el ciudadano común y la prensa puedan cuestionarlo todo, sin temor a represalias.
Mientras tanto, los cubanos continúan sin saber no solo quién será ese nuevo actor principal sino cuál será su capacidad para marcar una nueva época que no solo haga avanzar la trama sino que logre despertar a un público con más de medio siglo de sueños trocados en pesadillas.