LA HABANA, Cuba . — ¿Qué sentido tiene hablar de Twitter en un país donde casi nadie lo utiliza? Mucho, al parecer, para la propaganda oficialista. Aunque pocos cubanos estén dispuestos a pagar los veinticinco pesos –un CUC– que cuesta publicar tan solo 140 caracteres, los medios, propiedad del único partido legal, se sienten en la obligación de advertirnos sobre lo “peligroso” del pajarito azul de las comunicaciones.
Bastó poco más de una página en el periódico Juventud Rebelde para calificar recientemente a Twitter como una herramienta utilizada por “la derecha” para hacer “guerras de cuarta generación” y dar “golpes suaves” de Estado. Según el rotativo de la juventud comunista, el descontento que hay en la Venezuela actual no ha sido provocado por la ineptitud del gobierno de aquél país, sino producto de mensajes e imágenes publicados en las redes sociales.
Los ejemplos para apuntalar dicha teoría incluyen dos fotos presuntamente falsas. Y puede que lo sean, pero no pasarían de reflejar otra información errónea que difunden las redes sociales. No es para tanto. Sin embargo, las “democracias” latinoamericanas de izquierda parecen fabricarse demasiado débiles como para soportar semejantes “ataques”.
Internet es pura libertad. No discrimina la información que circula por sus redes. Tanto es así, que incluso ha servido para difundir datos falsos –y a veces no tan falsos–, así como acusaciones serias sobre gobiernos democráticos y poderosos, aquellos que supuestamente han orquestado un plan macabro para derrocar a gobiernos como el de Nicolás Maduro, utilizando Twitter.
Lo peor de todo esto no es que se culpe a Internet por la inestabilidad política en Venezuela. A fin de cuentas, estupideces mayores se han dicho, sin mayores consecuencias. Lo verdaderamente mezquino es intentar presentar a Twitter como un ente cuando menos sospechoso, en una población que le desconoce: la cubana. Pero ahí están, al final de cada noticiero, los mensajes de “síguenos en Twitter” y la burla, una vez más, hacia los desconectados.
Mientras toda esta campaña para satanizar las redes sociales continúa, igual lo hace el proceso de acercamiento entre EE.UU. y Cuba. Si las negociaciones entre ambos gobiernos traen, a la larga, un mayor acceso a Internet para el cubano común y corriente, todas las contramedidas que han desplegado los medios oficialistas representan el parche antes de la herida. Cuando Twitter, Facebook, Instagram y otras redes sociales se extiendan por el territorio de la Isla, ¿quién le dirá a los cubanos que no publiquen imágenes del arresto de activistas pacíficos o desmientan las mentiras de la prensa oficial.
Los medios oficialistas se burlan de nuestro analfabetismo tecnológico. Nos lo echan en cara. Pero el destino suele ser irónico, y tal vez el día de mañana, cuando los cubanos finalmente tengan acceso a la red de redes, entonces los burlones emplantillados de hoy descubran que sus cuentas no tienen seguidores.