LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -La tarde invernal romana reservó la sorpresa de la presentación del nuevo Papa ante los católicos reunidos en la Plaza de San Pedro y del resto del planeta. A la nominación del nuevo Santo Padre se añadió su origen latinoamericano a 521 años de la llegada de la Fe católica a estas tierras.
El Cardenal Jorge Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, jesuita y argentino de padres italianos, une en su persona la tradición europea con el aire fresco de una Latinoamérica en evolución y en crecimiento.
Siendo la región que alberga a un 45 % de los creyentes católicos del mundo hacía buen rato que el reclamo de esa mayoría de fieles mostraba la tendencia a que un prelado latinoamericano fuera elegido Papa por el Colegio cardenalicio.
Se une a lo anterior, el hecho de ser un jesuita, pues acrecienta la repercusión dada la obra evangelizadora en las comunidades y educativa en los colegios, desarrollada por los hermanos de la Compañía de Jesús en toda la Historia de los pueblos de Latinoamérica.
En Cuba, el momento de la aparición del Papa Francisco I pudo seguirse por el canal Tele Sur que transmitió en vivo el evento de presentación del recién electo. Para los cubanos que aún conservan fresco el hecho de la visita de los dos Papas anteriores, la elección del Papa latinoamericano se convierte en una fiesta significativa.
Realmente no espero que la elección del nuevo Papa aporte nada relevante a la dirección de los acontecimientos en nuestra Isla; sin embargo, si se tiene en cuenta la identificación como interlocutora de la jerarquía católica cubana con las más altas autoridades del Estado, la relación pudiera encaminarse a la defensa de la restitución de colegios y del rol de educadora que realizaban en Cuba las instituciones religiosas antes de la intervención de las escuelas privadas en la isla, luego de la toma del poder por Fidel Castro, y a la solución de algunos otros problemas sociales en general que enfrentamos.
Mientras en otros lugares del planeta, los escándalos de sacerdotes, obispos y otros prelados católicos son noticia casi diario, en Cuba la imagen de los sacerdotes y obispos continua incólume, y desde los años 90 a hoy el número de fieles ha ido en aumento, al contrario que en otras partes del mundo; mientras la relación saneada de la Iglesia con el Estado aumentó su prestigio en la sociedad cubana.
Asimismo, hay que tomar en cuenta el hecho de que la Iglesia Católica cubana es el segundo poder informativo, y el único alternativo con anuencia del gobierno que existe en la Isla, por contar con una cadena de publicaciones periódicas que expresan ideas y razones que, si bien difieren de las propias de las autoridades estatales, no dejan de ser del todo ajenas a algunos sectores del Poder y en estos momentos ocupa un lugar relevante como correa transmisora de un pensamiento decididamente reformista dentro de los cambios que se plantean en Cuba como, más que necesarios, imprescindibles.
El Vaticano como Estado ha dado muestras de buenas relaciones con el régimen comunista cubano a través de todos estos últimos años y si ciertamente la visita de Juan Pablo II demostró la consecuente relación que existía entre ambos Estados, esta relación quedó fortalecida todavía más con la visita del anterior Papa Benedicto XVI a Cuba, el pasado año.
Habrá que ver entonces a partir de ahora cual es el derrotero que la influencia de un Papa latinoamericano, pero de tendencia conservadora según apuntan medios informativos, hace tomar a la jerarquía católica isleña, sin dejar de pensar que el actual cardenal cubano sobrepasa la edad de retiro.
En definitiva, el hecho del origen del nacimiento del Santo Padre en tierras del Sur obligará posiblemente a identificar la política papal con estas, nuestras tierras, y acentuará la mirada mundial hacia el Sur y en particular a los acontecimientos en su natal Argentina. Habemus Papam y ¡Alabado sea Dios!, es latino.