LA HABANA, Cuba. –“Por aquel tiempo, se te apagaba el motor del tractor estrenado antier y agarrabas otro tractor, te faltaban bujías y se las quitabas a un tractor nuevo, y eso era los búlgaros mandando tractores para acá y tú en la granja convirtiéndolos en cadáveres cuando sólo eran lesionados, pero en aquellos tiempos lesionados destinados a morir de sol y sereno, por lo general sin recibir la visita de un mecánico profesional por desidia o porque no lo había. No le pongas a eso el uso que se le daba al tractor como vehículo para pasear con la novia, para llevar la familia al médico, o para ir los domingos a echar un gallo (pues, aunque prohibido, aquí hasta los dirigentes de alto copete pelean su gallito de vez en vez, o lo peleaban entonces)”, contaba con nostalgia alguien que fue funcionario de la Agricultura. Once tractores contó él en una de esas peleas, diez búlgaros y el Picolino de su suegro, sacado de la primera camada que vino de Italia.
Es un hombre que sigue de luto por la desaparición de la URSS; nadie sabe el dolor que le causa, según él, ver a Raúl Castro, el pobrecito, atascado en tan grande indigencia económica que del “desprohibir“ y “recuperar” no ha podido pasar en sus ocho años de gobierno.
En lo de la recuperación, la TV lo confirma. Cuando no son tractores, camiones, ómnibus, locomotoras, vagones de ferrocarril los recuperados, son tramos de calles a los que maquillaron a la carrera, son tramos de tuberías del acueducto donde no cabría otro salidero, o son naves para hacer ron que antes de desecharlas y dejar que los vientos les llevara el techo fueron naves de hacer ron, o son “paradas” de ómnibus, o son parques infantiles, o casas en Miramar que nunca fueran otorgadas o que permanecían deshabitadas desde que en el ´90 se fueron los rusos, o son escuelas, o es, ahora mismo, la recuperación del comercio abolido por la Ofensiva Revolucionaria de 1968, aquella operación tan drástica que no dejó en manos de particulares ni los timbirichitos en la acera de ostiones, o de fritas, perros calientes y pan con croquetas.
Por supuesto, ni agota este inventario a vuela pluma las recuperaciones de tipo material acometidas por el gobierno en estos años, ni han sido dichas recuperaciones sólo de tipo material. Están las políticas, las ideológicas. Empezó recuperando a la familia que un día fuera despedida con alevosía de perros rabiosos a huevazo limpio e insultos de barracón, después recuperó a Dios, de manera que desde hace algún tiempo puedes bautizar a tu hijo, ir a la iglesia, y hasta ser del Partido sin que tu creencia religiosa comprometa tu futuro. Algo más, hoy puedes ser gay, si te place, y decirlo con orgullo, eso no te hace distinto. El gobierno hoy se muere de risa recordándose cuando aquella cosa juvenil de la UMAP.
También recuperó el dólar, antes recuperó el jazz, recuperó a los Beatles (a Lennon lo tiene sentado en un parque, fundido en bronce, en una estatua a tamaño natural), recuperó numerosos autores prohibidos o condenados al olvido. Hoy Lezama y Virgilio Piñera son figuras emblemáticas de la escritura cubana, de hecho nuestros dioses tutelares. Han sido recuperados, entre los exiliados, Lidia Cabrera, Agustín Acosta, Lino Novás Calvo, Gastón Baquero (con reservas, como todos los demás, pero recuperado), José Ángel Buesa, Labrador Ruíz. En cualquier momento recupera también a Guillermo Cabrera Infante y a Reinaldo Arenas. Y no hablemos de los recuperados en otras esferas de la creación.
Con razón decía una vez al respecto un anciano juez en una cola: “Si algo ha dejado bien claro este gobierno es que su política es la de la ola marina.” Ante la extrañeza de su auditorio, aquel anciano menudito pero muy entonado y buen bailador, empezó a cantar y bailar una muy antigua composición cuyo estribillo reza: “Vamo´a ve la ola marina, vamo a vé la vuelta que da”, y la letra, si no recuerdo mal: “Yo tengo un motor que camina pa´lante y un motor que camina pa´tras”, o al revés.
Tras enlazar y compartir con un amigo que me visitaba ayer estas dos anécdotas, la del viejito de la cola y la del nostálgico apenado por el Raúl de las desprohibiciones y las recuperaciones en que lo veía atascado después de tanta abundancia frustrada por la desaparición de la URSS, comenté entusiasmado: “Luego entonces, de seguir recuperando el hombre, te tengo buenas noticias. ¿Quién quita que un día de estos no le dé por recuperar la democracia también? Mi amigo lo pensó y contestó fúnebre, muy fúnebre: “¿Y si por el contrario le diera por echar a andar el motor que camina para atrás?”