LA HABANA, Cuba. — Los personajes que creó el recientemente fallecido caricaturista René de la Nuez tuvieron mala suerte y corta vida. Como condenados por un ñeque, desaparecían, morían o los mataban.
Siempre al servicio de la revolución de Fidel Castro. El más popular de ellos, el Loquito surgió a finales de los años 50, en el semanario humorístico habanero Zigzag. Burlaba la censura de la dictadura de Batista para referirse a la lucha de los rebeldes en la Sierra Maestra. No lo mataron los casquitos ni los sicarios de Masferrer, Ventura o Salas Cañizares. Desapareció con el triunfo revolucionario en 1959. Ya no tenía qué decir, si no quería convertirse en un loco subversivo e ir a dar a la cárcel o al paredón.
No tuvieron mejor suerte ni más vida los personajes que pintó Nuez para Granma, el periódico oficial del Comité Central del Partido Comunista, en los años 60 y 70.
A Mogollón lo quemaron cuando se implantó la Ley contra la Vagancia. También murieron de modo prematuro Crisanto Buena Gente. Los dos personajes tuvieron tiempo de hacer testamento y dejar de herencia sus defectos, que con los años se agudizaron. Contra ellos no valieron hogueras, agenturas, chivatazos, purgas ni entierros.
Sólo sobrevivió un personaje con barba y sombrero de yarey, casi siempre armado, que parado junto a una palma, señoreaba la isla, retaba a los yanquis y hablaba como el Máximo Líder. Nuez lo llamó El Barbudo y nació casi a la par que El Loquito. Medio siglo después, ya apenas era visible en la prensa cubana.
Por entonces, René de la Nuez vivía a caballo entre La Habana y Ciudad México. Dibujaba a diario para el periódico mexicano Por esto y los temas de sus caricaturas eran los coyotes y espaldas mojadas, el majadero de Andrés Manuel López Obrador o los zapatistas del encapuchado y con pipa subcomandante Marcos.
En agosto de 2007, cuando expuso “¿Loco yo?” en la galería habanera Villa Manuela, de la UNEAC, El Loquito volvió a asomar por unas semanas, para que no lo olvidaran y lo conocieran los más jóvenes. Pero su creador aseguró que el Loquito ya no volvería más.
¿Para qué iba a volver? ¿Lo imaginan con un gorro hecho con la página central de Granma, los ojos en blanco y los brazos en cruz, lamentándose del desastre y sin hallar salida del atolladero?
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