SAN JUAN, Puerto Rico, diciembre, www.cubanet.org -La llamada revolución cubana dejará un manto de ruinas físicas y humanas al término de su recorrido por el tiempo y el espacio de la Isla. Tales lastres van a gravitar muy negativamente sobre la reconstrucción y el encause del país hacia el desarrollo. Y es que resulta demasiado el peso de cincuenta y cinco años de persistente devastación material y moral.
Recientemente salió a la luz uno de esos grandes lastres: la deuda externa de 30,500 millones de dólares, algo que para una economía subdesarrollada, improductiva y en ruinas, representa un fuerte obstáculo, pues dificulta la adquisición de préstamos para financiar el proceso reconstructivo.
Otra enorme dificultad es la falta de una infraestructura adecuada y moderna para asentar las bases de la reconstrucción y el inicio del desarrollo. Las carreteras de Cuba están en pésimo estado. Las facilidades portuarias son anticuadas e ineficientes, no obstante el proyecto financiado por Brasil en la Bahía de El Mariel, el cual de por sí es insuficiente, si tomamos en cuenta que el desarrollo futuro debe ser equitativo y extensivo entre todas las regiones del país.
Los aeropuertos carecen de las facilidades que requieren los nuevos tiempos. Los sistemas de transportación terrestre y ferroviaria son escasos y obsoletos. Los sistemas de alcantarillado están anticuados y seriamente deteriorados, tras más de cinco décadas sin el debido mantenimiento. La producción de energía no solo es insuficiente, sino ineficiente para un arranque industrial. Las tecnologías en telefonía, Internet y electrónica no están suficientemente expandidas, ni al nivel que se requiere. En resumen, se necesita una gran inversión de capital en infraestructura para reparar y adecuar las bases de un desarrollo económico sostenido para el país.
La mayoría de las industrias cubanas están desfasadas en cuanto a sus tecnologías de producción, que deben ser económicamente rentables y competitivas en el mercado internacional. Muchas de sus plantillas están infladas por causa de la burocrática estatización, y sus estructuras y métodos están muy lejos de ser productivos.
La agricultura sufre un serio deterioro. La industria azucarera, otrora gloria nacional, sólo cuenta con 56 centrales, de los 161 con que cantaba al comienzo de la gran debacle nacional de 1959. Los suelos están invadidos por la maleza y el marabú, mermada su fertilidad por causa del mal uso de la tierra y de los fertilizantes. Esto será un impedimento a la hora de levantar los niveles productivos que resultan imprescindibles para garantizar la exportación de productos agrícolas con calidad, y aun para el abastecimiento interno.
Falta en Cuba cultura y experiencia comercial. Los comercios estatizados son totalmente ineficientes y dejan pérdidas. Los pequeños comercios privados (cuentapropistas) carecen del capital y del conocimiento empresarial, lo cual implicaría la creación de intensos programas de capacitación para fomentar eficientes empresarios. La falta de instituciones de financiamiento para la inversión y expansión, así como para la operación, representa otro obstáculo inicial que permanecerá, en tanto y en cuanto la banca privada no se asiente y encuentre un clima estable para garantizar sus inversiones.
Entre los lastres de tipo social sobresale la falta de una cultura laboral adecuada para el sostenimiento de la productividad. El obrero está acostumbrado a la falta de estímulos, en cuanto a salario y condiciones de vida, lo que lo ha llevado a la simulación y la corrupción como medios de sobrevivencia.
La corrupción generalizada a todos los niveles contribuye a crear un clima negativo para el desarrollo. Este tipo de situación repele las inversiones sólidas y estables que necesita el país para su desarrollo económico.
Hay más lastres y obstáculos, sin contar otros tantos que aparecerán tras la caída del régimen. Y si bien no son insalvables, deben estar muy bien identificados para saber cómo acometerlos y superarlos. Son los retos que deberá enfrentar la población en la etapa que se avecina, tras la caída del totalitarismo, tal y como lo hicieron los pueblos europeos tras la Segunda Guerra Mundial, o los países de la Europa Oriental después del desplome del Muro de Berlín.
Sin embargo, a pesar de todos los lastres que nos deja la revolución, Cuba cuenta con un pueblo que siempre fue laborioso y emprendedor, virtudes que resultará imprescindible rescatar para sentar las bases del progreso y el desarrollo nacional dentro de una patria libre, justa y democrática.