LA HABANA, Cuba. — La prensa nacional ha informado de un nuevo encuentro del órgano de gobierno (viernes 24) que pasó revista a varios asuntos de capital importancia para la vida socio económica del país. Fueron tratados temas tan diversos como las cuentas por cobrar y pagar, las afectaciones económicas en operaciones de comercio exterior, la propiedad industrial entre otros, pero pretendo llamar la atención específicamente sobre un elemento de capital importancia para el presente y el futuro de la Isla. Me refiero a la presentación de la llamada Carpeta de Oportunidades para la inversión extranjera.
La mencionada carpeta de oportunidades viene a ser el complemento operativo de la recién promulgada Ley de Inversión Extranjera, esa normativa que una vez más reafirmó a los ciudadanos cubanos como ciudadanos de tercera categoría, concediendo a extranjeros derechos y prerrogativas que por ley se niegan a los nacionales.
Resulta más que traumático pensar que los mismos que hace medio siglo provocaron la conmoción violenta de la sociedad para entre otros males barrer con los efectos negativos del capital extranjero —ese que competía en buena lid con los capitales nacionales y que mantenía una amplia casta de especialistas, funcionarios y obreros muy bien pagados— ahora tengan como única tabla de salvación entregar lo que queda de la maltrecha economía nacional al capital foráneo libre de impuestos.
Según trascendió en la información ofrecida por medios oficialistas : “La Cartera aprobada en esta reunión, cuenta con 246 proyectos a desarrollar con capital extranjero en un monto de 8 710 millones de dólares, y abarca sectores decisivos como el agroalimentario, la construcción, la industria farmacéutica y biotecnológica, la energía renovable, entre otros. Los proyectos se encuentran en todas las provincias, y en el municipio especial de Isla de la Juventud”,
“… la Cartera presentada es diversa y amplia, y la incorporación en ella de proyectos que cuentan con estudios de prefactibilidad y directivas de negociación, acelerará la concreción de los negocios.”
Y ya con esto creerán estos señores que se operará el milagro, que “lloverá café”, que fluirán indetenibles los miles de millones para que ellos vuelvan a dilapidar y estafar a las dos manos, a endeudarse sin pagar y a extorsionar judicialmente a los inversionistas que se tornen un tanto incomodos.
Acaso tantos años de enajenación autocrática les hace creer que lanzando este nuevo y engañoso canto de sirenas que vende lo que queda de Cuba al mejor postor, barata y con instruidos y mansos esclavos incluidos, correrán presurosos los inversionistas a comprometer sus capitales en una apuesta perdida de antemano en el escenario de una economía con décadas de retraso y socios nada confiables.
En un país sin poder adquisitivo, sin mercado interno, sin libre flujo de la fuerza laboral sin garantías jurídico legales, sin poder aprovechar en el nivel gerencial las capacidades intelectuales y profesionales de los trabajadores nativos y con una inviable relación económica con el vecino del norte, muy poco atractiva se torna la nueva oferta.
Resulta absurdo pensar que los presuntos socios van a invertir y arriesgar millones para que les llenen las oficinas de policías mal disfrazados, mientras en las calles pululan sin alternativa los bien preparados profesionales cubanos. Resulta absurdo pensar que los recursos que ahorren los presuntos inversionistas por las atractivas exenciones tributarias tengan que gastarlo en comprar autos de paseo usados a precio de Ferrari y Lomborgini.
La pobre atención generada por la llamada Zona de Desarrollo del Mariel, que al parecer no pasará de ser una mera ilusión ante las bien estructuradas conexiones marítimo-comerciales establecidas entre el Canal de Panamá, el principal puerto de Jamaica y la costa este de los Estados Unidos, reafirman que ese no es el camino para salir de una crisis generalizada que parece irreversible y más agobiante por la creciente debilidad del régimen venezolano, durante años principal sostén económico del gobierno cubano.
Tal vez el previsible colapso económico y político del chavismo trasnochado del presidente (in) Maduro y el fracaso anunciado de estas nuevas ofertas al capital extranjero generen el sentido común y la valentía política que hasta ahora ha faltado al liderazgo de La Habana para impulsar los cambios estructurales y conceptuales que el general presidente prometió hace más de un lustro.
A estas alturas del juego parece que resulta más fácil y menos riesgoso crear prefecturas y realizar congresos en un frente guerrillero sin enemigos o ahorcar prisioneros con alambres de púas que entregar la tierra a los campesinos en propiedad, recapitalizar el agro cubano, abrir el mercado de bienes de consumo y de capital y eliminar las trabas pre feudales que impiden el normal desarrollo de las fuerzas productivas y la creación de riquezas.
Ojalá que cuando se den cuenta que no es afianzando las dependencias externas u ofreciendo la isla en pública subasta como se salvara Cuba, no sea para nosotros demasiado tarde.