MIAMI, Florida, agosto, 173.203.82.38 -La presencia de la mujer ha sido una constante en el acontecer histórico de la nación cubana. Ellas han compartido todos los escenarios no solo como anónimas colaboradoras de los hombres sino como activas participantes en los diferentes campos de batalla.
Al estudiar las páginas de nuestra historia descubrimos en ellas los nombres de mujeres que lo abandonaron todo para consagrarse por entero a la causa de la emancipación. Son las mujeres del 10 de octubre de 1868 quienes al pie de la bandera diseñada y cosida por Candelaria Acosta, se lanzaron a la manigua redentora al grito de ¡VIVA CUBA LIBRE!
Junto a ellas Manuela Cansino Sarduy; Lucia Iñiguez Landin, la madre de Calixto García; Mercedes Varona; Iria Mayo Martinell, una joven de origen francés que arriesgó su vida en estado de gestación, cruzó las líneas españolas para llevar al mayor general Vicente García los planos de la ciudad con todos los datos necesarios para el ataque a la plaza el 16 de agosto de 1869. Fue capturada por los españoles y tuvo a su hijo en la cárcel.
Y aquella leona sin par, “símbolo del perfil más bello y noble de la mujer cubana”, según José Martí: Mariana Grajales Cuello, la madre del Titán de Bronce.
Y al cabo de dos siglos volvió a resonar ¡VIVA CUBA LIBRE! Y la mujer cubana se levantó otra vez contra la opresión. Las torturadas, las humilladas, las viudas y las huérfanas: las víctimas del castrismo. Mujeres que alcanzaban la madurez física en la medida en que adquirían la madurez patriótica y moral. Son las mujeres de El Escambray, del Movimiento de Recuperación Revolucionaria, de La Rosa Blanca. Las mujeres de la resistencia, del clandestinaje, de las cárceles sin nombre. Mujeres a quienes la Patria les reconocerá eternamente su sacrificio y su coraje.
Pero aquellas magistrales epopeyas protagonizadas por cubanas no han terminado. Todavía es necesario que la mujer cubana reedite las gestas de sus antepasadas y se inserten en el inconcluso libro de nuestra historia enfrentando nuevos desafíos. Todavía hoy la mujer cubana emerge con luminiscencia de esperanza en medio de las crueles sombras de la barbarie.
Y lo hacen vestidas de blanco o de negro. Con flores en las manos exigiendo justicia o pancartas pidiendo libertad. Unas demandan la excarcelación de sus familiares. Otras la libertad de la Patria. No importa el color del vestuario o la flor o la consigna.
La justicia sin libertad es como un árbol sin raíces. La libertad sin justicia es igual a un árbol sin ramas.
Este agosto de 2011 reeditó la gloria de nuestras mambisas de ayer de hoy y de siempre. Y no sirvió de escenario para la proeza la campiña liberadora o el machete inspirador. Tampoco el silencio de las mazmorras castristas. La epopeya se libró en la escalinata del Capitolio de La Habana. Cuatro valientes mujeres la protagonizaron: Sara Marta Fonseca Quevedo, Tania Maldonado Santos, Odalys Caridad Sanabria Rodríguez y Mercedes Evelyn García. Cuatro mujeres que resumen en ellas mismas la sagrada historia de la Patria.
Gracias Sara. Gracias Tania. Gracias Odalys. Gracias Mercedes. Ustedes son los “símbolos del perfil más bello y noble de la mujer cubana”.