LA HABANA, Cuba. -Del 8 al 17 de mayo se desarrolla en Pabexpo la Expo-Venta “Arte para Mamá”, patrocinada por el Fondo de Bienes Culturales (FBC). Los asistentes han podido apreciar todo el potencial creativo e innovador de los artesanos que allí exponen.
Sus producciones, de esmerado acabado, son altamente demandadas para los hogares o para uso personal por personas de gusto refinado y que gustan de la distinción.
El FBC, que es una dependencia del Ministerio de Cultura, controla la comercialización en el mercado de frontera y para la exportación, de toda la producción de los artesanos en Cuba.
La labor de los artesanos no aparece entre las 201 actividades contempladas en Resolución No. 41 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que autoriza los pequeños negocios privados, ni en el Decreto-Ley 305 de diciembre de 2012, que autorizó la creación de las cooperativas no agropecuarias. Por tanto, los artesanos se pueden agrupar y organizar una cooperativa.
Desconocer a los artesanos no es casual ni un olvido. El gobierno sabe que son emprendedores y tienen un potencial mercado de compradores.
En la primera mitad de la década de los 80, los artesanos convirtieron la Plaza de la Catedral en un obligado destino para miles de habaneros que acudían a dicho lugar a comprar sus producciones. Ante el auge de sus ventas, Fidel Castro, que no quería se viera cuestionado el improductivo e ineficiente modelo económico estatal, ordenó decomisar todas las mercancías que eran propiedad de los artesanos, sin que mediara compensación monetaria alguna. Esa arbitraria acción, ejecutada por los cuerpos represivos, fue bautizada como la “Operación Adoquín”.
Treinta años después, el gobierno de Raúl Castro no se decide a revertir la situación de los artesanos, tal vez por temor a las rabietas y exabruptos del senil ex dictador.
Así, los artesanos, no reconocidos como sujetos económicos independientes, siguen impedidos de desempeñar un rol en la maltrecha economía cubana.
Las variadas y muy demandadas producciones de estos emprendedores, que no se encuentran de manera frecuente, podrían surtir los deprimidos mercados.
Debido a la descapitalización en la que está sumida la industria ligera, su producción es limitada y no pueden garantizar la entrega de las mercancías que la población necesita y que podrían ser suplidas por los artesanos.
El FBC, más que representante e intermediario, es el ‘esquilmador’ de los artesanos. Esta institución acopia las producciones de los mismos, les pone precio, y sin haber puesto un centavo para el producto final, se queda con el 30% del valor total de las ventas.
A los artesanos se les tiene prohibido arrendar locales para exponer y vender directamente, sin intermediario. La única vía que tienen para vender sus producciones es a través de las ferias que organiza el FBC.
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