LA HABANA, Cuba. — Casi finalizando el año 2014, el anuncio oficial del 17 de diciembre sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la eventual “normalización” de las relaciones bilaterales entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos sacudió todos los vaticinios para el 2015, despertando algunas esperanzas entre los cubanos “de a pie”, abrumados por décadas de carencias y frustrados tras varios años de fallidos experimentos raulistas.
Para un pueblo económicamente agobiado y políticamente apático, cuyas expectativas actuales se mueven entre las opciones de emigrar o mantenerse condenado a una existencia de sobrevivencia permanente, la esperanza es más que un regalo capital: es casi una chispa subversiva. Más aún cuando esta vez la ilusión no provino de los desgastados discursos oficiales y de las eternas promesas incumplidas del mismo “gobierno revolucionario” que ha arrastrado la Nación a la ruina física y moral, sino –quién nos lo iba a decir apenas unos días atrás – del “enemigo empeñado en derrotar a la revolución cubana”, el siempre pérfido gobierno estadounidense, contra el cual ha sido movilizado este mismo pueblo en innumerables marchas combatientes a lo largo de más de medio siglo.
En los corrillos disidentes la noticia fue acogida con más escepticismo que entusiasmo, sin embargo, para muchos significó un paso importante que colocaba el balón en terreno de la dictadura cubana. Los más críticos objetaron que el presidente Barack Obama estaba “ofreciendo mucho a cambio de poco o nada”. Algo en lo que todos coinciden, sin embargo, es en que el régimen cubano no tiene voluntad política para realizar aperturas democráticas al interior de la Isla.
De hecho, el 30 de diciembre último, a solo trece días del anuncio de ambos gobiernos, se produjo otra razia represiva en La Habana, con la detención de varias decenas de disidentes, bajo el pretexto, en esta ocasión, del performance que la artista Tania Bruguera se había propuesto realizar en la Plaza “de la Revolución”. Esta reafirmación de la índole represiva del régimen es también una señal de su debilidad política. Obviamente, la añeja dictadura sabe que ya no puede contar con el apoyo de la “abrumadora mayoría”, y que el equilibrio social es tan precario que incluso un sencillo performance en una plaza pública podría ser la grieta por la que se precipitara el descontento popular largamente contenido.
Laberinto de conjeturas
Adelantar algo de lo que nos deparará el 2015 a los cubanos es una misión plagada de incertidumbres. Nada certero puede inferirse del que podría ser un escenario completamente nuevo, que corrobora el fracaso de la “implementación de los lineamientos” –carta astral del derrotero económico raulista– y la incapacidad del régimen para realizar verdaderos “cambios estructurales y de concepto”.
En cualquier caso, el hecho de que la posible solución del diferendo Cuba-EE UU marque un antes y un después en la vida nacional pone de relieve la falsedad de la tan cacareada “independencia y soberanía” de la Isla, en particular cuando el propio General-Presidente declaró que todavía queda por solucionar “lo principal”, que es el embargo
Obviamente, la volátil situación venezolana, que pone en riesgo no solo los subsidios petroleros sino también los enormes ingresos derivados de la subcontratación de profesionales cubanos, fue un importante factor que forzó al régimen a pactar frente al adversario, tanto más imbatible por cuanto más conciliador. No obstante, no es probable que cambien de manera perceptible las condiciones de vida de los cubanos o que éstos puedan apreciar ventajas económicas a partir de las negociaciones entre ambos gobiernos, en tanto se mantenga el orden político y jurídico actual.
En el orden económico
Las cifras oficiales reconocieron al cierre del año 2014 el estancamiento económico, anunciaron un nuevo incumplimiento de los prodigiosos planes profetizados, así como un incremento alarmante de los precios de los alimentos, entre otros indicadores igualmente regresivos.
Las limitaciones legales a la iniciativa privada; la elevada carga impositiva; el exceso de normativas, controles y sanciones al sector cuentapropista; la corrupción de los funcionarios encargados del cumplimiento de los reglamentos; y la retracción de este sector, demuestran sin lugar a dudas la imposibilidad de desarrollar la economía de una manera encorsetada, en ausencia de un mercado mayorista amplio y eficiente, y manteniendo el rígido centralismo, sin reconocer derechos ciudadanos tales como la libertad de asociación y de comercio.
La agricultura, renglón por donde se iniciaron las “reformas” cuatro años atrás, resulta costosa e insuficiente para cubrir la demanda, lo que mantiene extremadamente elevados los precios de los alimentos e impulsa su tendencia alcista. Las autoridades, lejos de flexibilizar los controles o favorecer la producción privada, recientemente atribuyeron los altos precios a la actividad de los intermediarios y prometieron “mayores controles” para impedir la especulación, por lo cual es de suponer que en tiempos venideros se incrementarán las plantillas administrativas –más inspectores = más corruptos– y disminuyan los productores, con el consecuente saldo económico negativo.
Nada indica que esté cercana la muy anunciada unificación monetaria, si bien el voluntarismo oficial podría eventualmente realizar el proceso sin previo aviso, con independencia de la afectación que pueda suponer éste para la mayoría de la población. De cualquier manera, ninguna de las dos monedas que actualmente circulan en la Isla se apoya sobre la existencia de un capital real.
En general, y tomando como base las experiencias del año que culminó, todo sugiere que en 2015 se agudizarán las carencias, agravadas si se mantiene la tendencia a la baja de los precios del petróleo, lo que sumado a la profunda crisis interna venezolana afectaría severamente los petro-subsidios que recibe el gobierno cubano y con ello el sostenimiento de las ya magras prestaciones sociales.
Las esperadas inversiones extranjeras no se producirán en la cantidad necesaria para emerger del estancamiento, en tanto se mantenga el embargo estadounidense y la oposición de importantes grupos del poder político en ese país, lo que por primera vez en el escenario “revolucionario” cubano convierte a una ley del país enemigo en un factor del cual depende en gran medida la supervivencia de la longeva dictadura Castro.
En lo social
Es de suponer que continúen disminuyendo los subsidios oficiales, quizás con una nueva contracción de la canasta básica distribuida a través de la cartilla de racionamiento. Los servicios de salud, severamente afectados por la masiva sub-contratación de profesionales cubanos en el extranjero, seguirán deteriorándose de mantenerse dicha estrategia; en tanto la calidad de la educación también continuará en declive.
No existen planes emergentes oficiales para enfrentar el galopante envejecimiento poblacional, acentuado especialmente por la creciente emigración de la fuerza laboral activa. Nada indica que este problema tenga solución a corto o mediano plazo, sino al contrario: las sombrías expectativas sobre el futuro y la frustración general apuntan al aumento del trasvase del capital humano de la Isla, fundamentalmente hacia EE UU.
La polarización continuará acentuándose, marcando cada vez con más nitidez las diferencias entre los estamentos sociales, según tengan mayor o menor acceso al dinero y al consumo, y mayor o menor cercanía al poder. Dichos estratos –o quizás debiera decir “castas”– más claramente diferenciados son los extremos: la élite de poder y la mayoría sumida en la pobreza en sus diferentes gradaciones. Entre ambos se encuentra el sector empresarial militar, que constituye una “zona de amortiguación” entre la élite y un pequeño sector de empresarios exitosos, dueños de restaurantes o de otros negocios lucrativos, que han acumulado un capital respetable y relativa seguridad gracias a sus relaciones con elementos influyentes o miembros de la nomenklatura.
Otra tendencia negativa que puede agudizarse es el aumento de los hechos delictivos y con ello, de la inseguridad ciudadana, además de la corrupción generalizada y la desconfianza en la capacidad gubernamental para dar solución a los más acuciantes problemas sociales.
En lo político
La política exterior es el indicador que pudiera marcar mayor diferencia durante el próximo año. La enorme dependencia de la política cubana respecto de la Casa Blanca es ahora más evidente que nunca antes, pese a los numerosos reconocimientos de organismos internacionales hacia el régimen y a despecho de las alianzas y apoyos consolidados por el castrismo, especialmente con países de Latinoamérica.
Pese al anunciado restablecimiento de relaciones Cuba-EE UU, queda mucho campo por desbrozar para la pretendida “normalización”. El presidente Barack Obama todavía deberá enfrentar en el Congreso de su país la fuerte oposición de los sectores políticos pro-embargo y serios obstáculos a la implementación de su política de acercamiento a La Habana, gestión boicoteada por el General-Presidente cubano, quien ha elegido comenzar el año 2015 reafirmando el signo represivo. No obstante, el primer trimestre del año es un “tiempo de gracia” para que la dictadura realice algunos retoques cosméticos antes de presentarse a la cita hemisférica de abril, en Panamá, donde finalmente se estrecharán las manos, entre sonrisas, la dictadura más larga y el paladín universal de los derechos humanos.
A nivel interno, es obvio que no habrá cambios desde el gobierno. Por su parte, el activismo de la oposición y de los grupos de la sociedad civil independiente –aunque dista mucho de ser una fuerza de consideración o capaz de influir significativamente en los destinos de Cuba– apunta a un crecimiento para los tiempos venideros.
Igualmente se ha incrementado el número de activistas de los diversos proyectos opositores, mientras el periodismo independiente ha ganado nuevos espacios y podría convertirse en un elemento imprescindible ante un eventual escenario de cambios. De mantenerse los consensos iniciados este año, el 2015 pudiera ser propicio para la consolidación de alianzas, si bien cabe esperar un aumento de la represión, propensión que se ha estado manifestando desde los meses finales del 2014.
Un dato curioso es la prolongada ausencia mediática del líder histórico de la revolución y el elocuente silencio oficial sobre él. Quizás es momento de prepararnos para un 2015 sin Fidel, lo que resultaría otro asunto a tomar en cuenta, tomando en cuenta la carga simbólica que representa. Algunos observadores perspicaces creen que el reciente periplo del General-Presidente por los mausoleos del oriente cubano, divulgado ampliamente en la prensa con fotografías, responde a los preparativos del sepulcro del “máximo líder”. Otros, en cambio, señalan que Castro I sigue siendo el freno a los “avances” de las reformas raulistas.
Corolario
Los apuntes anteriores son, forzosamente, incompletos e imperfectos. Apenas resumen la percepción general de un próximo año que se anuncia difícil, pero quizás será de capital importancia para el futuro de Cuba. Claramente fracasados los experimentos raulistas y sumida la Isla en una crítica situación, la salida ya no depende de la (falta de) voluntad política de su gobierno, sino –lamentablemente– de la astucia, habilidad y buenos manejos de actores políticos internacionales, así como del apoyo que reciba la sociedad civil independiente. Tal es la fragilidad y la precaria condición a que nos han llevado 56 años de autoritarismo. En tal escenario diríase que el precio a pagar no dependerá directamente de nosotros, los cubanos, pero –sin dudas– el pago correrá a nuestra cuenta.