LA HABANA, Cuba. -En estos días vemos en la televisión cómo el poder chavista celebra aniversarios, anuncia nuevas medidas de control para frenar el derrumbe e improvisa encuentros de solidaridad, como el de los “Intelectuales en Defensa de la Humanidad”.
Llámese Red de Artistas e Intelectuales o Red de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales, o como sea, no importa, siempre será “en Defensa de la Humanidad”. Vaya nombres altisonantes y latosos los que se gastan estos tanques pensantes para no decir lo obvio: “Intelectuales en Defensa del Chavismo”. O “en Defensa de Maduro”, a fin de cuentas.
Por supuesto, como toda idea de corte castrista y casta estalinista, ese “Encuentro de Intelectuales” (que también podría llamarse “en Defensa del Socialismo del Siglo XXI”) es una respuesta a las varias —en grupo o aisladas—, críticas al castrismo de los últimos años y al chavismo.
En la clausura de este caricaturesco décimo encuentro Nicolás Maduro anunció, como todos los días, nuevas medidas para luchar contra lo que llamó “bandas mutantes”; denunció además la (peluda) mano oculta del imperio detrás de tanto desastre y, por último, pidió ayuda de los intelectuales en forma de nuevas ideas y métodos.
Curiosamente, mientras este señor hablaba y hablaba con la cámara fija, podía verse, a la izquierda y detrás de él, una sombra llena de colorines y muy inquieta: la figura exótica de Piedad Córdoba, aburrida de tanto asiento, acicalándose el turbante, la nariz, los pliegues del vestido, los ojos, como en casa.
Entonces llegó lo que pudiera considerarse el armamento pesado, el plato fuerte en aquella élite de espíritus, la ayuda intelectual: las palabras de Álvaro García Linera, sus agudos consejos sobre cómo la intelectualidad revolucionaria puede luchar por imponer el Socialismo del siglo XXI a los que no lo quieren.
Su vocación ya había quedado muy clara cuando se incorporó como ideólogo maoísta a varios movimientos guerrilleros de indígenas, igual que cuando ha ejercido como director técnico del equipo de fútbol de su presidente aimará, Evo Morales (a quien llamó “primer presidente indígena de Latinoamérica” como si Benito Juárez no hubiera existido).
Como director técnico que este Encuentro de Intelectuales, García Linera soltó un discurso que consistió en una cuarta parte de instrucciones y tres cuartas partes de repetición machacona de lo mismo. Se trataba, ante todo, insistió, de salvar a Venezuela. Claro, salvarla en esta coyuntura. Pero una salvación como metáfora, pues de lo que de veras habló fue de cómo deben cooperar los intelectuales para que los caudillos comunistas latinoamericanos tomen o conserven para siempre el poder.
Insistió hasta la saciedad en que el máximo objetivo es cambiar “la lógica y la ética sociales”, porque es así como se puede cambiar la mente del individuo. Y sin apoderarse de la mente del individuo no se logra mucho: allí es donde hay que llegar utilizando todos los medios, todas las herramientas. No solo hay que adueñarse del poder para adueñarse de la mente humana, sino también para que esa ideología se convierta en ética y en conducta normales de toda la sociedad.
O sea, lo que ya sabemos desde hace tiempo: para estos “luchadores sociales” e “intelectuales”, el ser humano está mal hecho, está absolutamente desaprovechado. Hay que apoderarse del ser humano, de la propia naturaleza humana y transformarla. O sea: programarla para el socialismo. Liberarla de toda libertad.