MIAMI, Florida, agosto, 173.203.82.38 -El 8 de septiembre es una fecha particular para los cubanos. Es el día dedicado a la Virgen María bajo su advocación de la Caridad del Cobre. La de este año celebra los cuatrocientos años en que tres humildes esclavos encontraran la venerada imagen en la bahía de Nipe. Coincidiendo en el calendario, pero apenas 24 años atrás, un grupo de católicos cubanos fundaron un movimiento cívico con fuerte inspiración cristiana donde servicio, caridad, fe y compromiso social se hacían un todo.
El Movimiento Cristiano Liberación surgió en una pequeña parroquia habanera en el capitalino barrio del Cerro un 8 de septiembre. Conviene recordarlo hoy no porque estemos en una cifra redonda de aquel acontecimiento, sino porque este aniversario nos llega sin la presencia física del líder fundador, muerto trágicamente el pasado 22 de agosto.
Hace pocas semanas una persona ajena a Cuba por su nacimiento pero muy cercana en sentimientos solidarios, manifestó su preocupación por la suerte del legado que durante casi un cuarto de siglo ha hecho patente el Movimiento Cristiano Liberación. Un legado que recoge el reclamo pacífico por el cambio hacia la democracia, la disposición plena al dialogo con todos los que se dispongan de buena voluntad a afrontarlo y el rechazo a cualquier solución en que se implique más sacrificios para el sufrido pueblo cubano, o la pérdida de nuestra dignidad soberana como nación. Un legado que habla de valores enraizados en nuestras tradiciones y que se sumerge en la fuente de la inspiración evangélica.
No es causal que el preámbulo de cualquier evento, incluso una reunión ordinaria, fuera el rezo de una oración cristiana. En esa línea de fe comprometida se explica que la primera en enterarse de la inminente entrega de las firmas del Proyecto Varela fuera la Virgen de la Caridad en la Basílica del Cobre, ante cuyos pies Oswaldo colocó el proyecto listo. Y fue la imagen de María Inmaculada en la casa de las Hijas de la Caridad, la primera en saber de la culminación del acto ciudadano.
Aún con el pesar que significa la pérdida de Oswaldo Payá Sardiñas y la de su joven acompañante en el fatídico periplo por carreteras de la Isla, prefiero en esta ocasión hacer una breve memoria de la persona que escogió el marco celebrativo mariano para comenzar un camino de entrega en la noble misión de encausar a la nación cubana por la vía democrática, buscando que derechos y libertades se hicieran tangibles para todos.
En momentos en que la calumnia totalitaria se empeña en ensombrecer el nombre de Payá y el movimiento que él presidió desde sus inicios, es necesario resaltar la calidad humana de la figura ausente. En su evocación apenas tres anécdotas que hablan de la condición ética del disidente y la valoración real que sobre él tenían quienes le conocían.
La primera fue en el Hospital Nacional en un encuentro informal con un directivo de ese centro en el que el líder del MCL, ingeniero especializado en electro medicina, solicitaba al funcionario la posibilidad de una placa pulmonar para determinar la severa neumonía que me aquejaba por esos días en que estaba drásticamente limitada la aplicación de dicha prueba. El ejecutivo atendió sin muchos peros la petición de Oswaldo pero a su vez le correspondió pidiéndole encarecidamente que se encargara de la supervisión de unos equipos nuevos llegados al hospital. Ante la recomendación de Oswaldo dirigida a otros especialistas, la respuesta fue la total confianza depositada en el buen trabajo del disidente.
Una segunda ocurrió un día después que Fidel Castro en una inusitada intervención televisiva mencionó a Oswaldo Payá señalándole como un agente al servicio del imperialismo. Al día siguiente Oswaldo acudió normalmente a su trabajo pero solicitó a la responsable del centro la presencia de un testigo mientras laboraba con los delicados equipos de la sala de recién nacidos. La doctora se apartó un poco. Alzando la voz en un gesto que inquietó a Payá ante lo que parecía el comienzo de un mitin de reafirmación revolucionaria, la medica proclamó que allí nadie supervisaría al ingeniero porque aquel gozaba de la confianza de todos los facultativos del lugar.
La tercera se produjo en los días de la primera postulación al Nobel. Se esperaba una llamada de Vaclac Havel, previamente concertada para garantizar el contacto telefónico que al final no pudo producirse porque Oswaldo se ausentó. Una niña en sumo estado de gravedad iba a ser intervenida en el Hospital Materno de Marianao. La presencia del técnico era imprescindible para evitar cualquier fallo durante la reanimación quirúrgica. Otro tal vez hubiera buscado cualquier justificación para eludir el trabajo. Pero el sentido de responsabilidad y humanidad de Oswaldo Payá valoraba la vida de una persona, en este caso una criatura, por encima de cualquier detalle como podía ser la conversación con el presidente checo.
Apenas tres pinceladas de la personalidad del líder del Movimiento Cristiano Liberación cuyo ejemplo de proyección democrática y humanista hay que enarbolar como nunca en esta lucha que no termina. Sin perder de vista esa pequeña imagen que no pide idolatrías sino que reclama una mirada atenta hacia quien sin dudas es centro, principio y fin: el Cristo Redentor que tiene un sitio especial reservado para quienes mirando en la dirección correcta hacen de su vida un sacrificio de entrega, dedicación desde la fe y por la fe. Como hicieron Oswaldo, Harold y tantos cubanos que les han precedido.