MIAMI, Florida, noviembre, www.cubanet.org -El estrecho vínculo existente entre Cuba y la península de la Florida quedó resaltado de manera especial en estos días de noviembre. Lazos que se remontan a los viajes de exploración y conquista, el dominio hispano, guerras coloniales, gestas de independencia y los acontecimientos más diversos que han hecho coincidir historia y vida de varias generaciones a ambos lados del Estrecho.
Es así que el lunes de la semana pasada cuando los príncipes de Asturias visitaban Miami por los 500 años de la llegada de Ponce de León a costas floridanas, Cuba fue parte protagónica del evento. Estuvo a través de las personalidades públicas que recibieron a Don Felipe y Doña Letizia. Más todavía en la persona de Eduardo Padrón, rector del Miami Dade College (MDC), galardonado por los Príncipes con el premio Juan Ponce de León 500, por su “especial contribución a la defensa del legado hispano en Florida y Estados Unidos”. El homenaje tuvo por sede la Torre de la Libertad, lugar de obligada memoria para el exilio cubano en estas tierras. La gala artística que clausuró este acto contó con el aderezo cubano en la combinación de la Suite Hispania interpretada por un grupo flamenco y la sinfonía Suite Andalucía del compositor cubano Ernesto Lecuona.
Que el estado del sol sea uno de que tenga al idioma español como segunda lengua de importancia en la nación norteamericana, es un factor al que no es ajena la comunidad cubana, ahora reforzada por la presencia de otras nacionalidades hispanoamericanas. Una singularidad que se verifica sobre todo en Miami, donde el uso extendido del español hace que algunos crean innecesario el conocimiento de la lengua inglesa. Una nota dejada como queja por un cliente en cierto comercio miamense reclamaba la presencia prioritaria del inglés en el lugar, “al menos mientras Miami no fuera anexado a Cuba” concluía la persona querellante.
Si el aire acondicionado determinó de manera significativa el desarrollo de Miami como gran ciudad para terminar entre una de las más importantes de Estados Unidos, no lo fue menos la llegada de miles de cubanos a principios de 1960, en una arribada que no ha parado en décadas. El aporte de los insulares ha sido fundamental para que esta ciudad y otras del estado sureño se consideren santuario del legado hispano en Norteamérica y sitio de referencia de las numerosas culturas que lo conforman.
Los giros de la vida han dado una vuelta total a aquellas ideas de desconexión que trataron de imponerse en cierta época entre una y otra parte de las orillas separadas por el estrecho de mar y los conflictos políticos. Al final Miami ya no solo es la segunda ciudad de los cubanos que viven en el Norte sino que es parte inseparable de los que en Cuba miran en esa dirección con esperanzas de una mejor vida aún sin necesidad de salir de la isla. Y es que en la Florida como en otras partes de Estados Unidos hoy los cubanos tienen mayor peso y presencia que los que tenían antes de 1959.
Pasando por el período colonial, la corta etapa de lucha contra la dictadura batistiana y la prolongada dominación del castrismo, Miami, Tampa y Key West (Cayo Hueso como se le denomina en la vecina Isla) han sido importantes plazas de asentamiento para miles de emigrados cubanos que además de trabajo y albergue encontraron un sitio cuyo clima y paisajes les mantenían en contacto con su terruño natal. Factores propicios para mantener el aliento de quienes se empeñaron- y se empeñan- en llevar libertades y una mejor economía a su cercana patria.
La Mayor de las Antillas, el imaginario Caimán que en la descripción espacial de Gagarin se trocó en un lagarto verde, tomó una apariencia particular en el libro de texto de geografía de Cuba escrito por el Dr. Antonio Núñez Jiménez. El espeleólogo mostraba la situación de la Isla en el mapa de una forma singular al describir la península floridana como un largo colmillo de un gigantesco monstruo que intentaba clavarse en el lomo de la nación cercana. Una forma de hacer concordar geografía e ideología enfatizando la amenaza del enemigo omnipresente.
Y en estos días de nuevo el tema cartográfico vuelve a relacionar a Cuba y la Florida aunque desde otra perspectiva. Una publicación de National Geographic ofrece la ilustración de varios mapas con los cambios que se producirían en la Tierra de verificarse una hipotética desaparición de los hielos árticos. En estos gráficos aparece el destino de ambos territorios dibujado de una manera menos optimista. Mientras la península quedaría sumergida en su totalidad por la figurada invasión de las aguas del deshielo, la Isla cercana se vería reducida a islotes que nos refieren a la aparente formación original de la isla. Solo la parte oriental emergería del mar en una porción apreciable.
Estos acontecimientos, gratos unos y preocupantes otros, indican el único camino viable para lugares tan próximos que tienen tantas cosas comunes. Una andadura conjunta que ayude a salvar distanciamientos y que en su momento, si es que llegara a producirse el pronóstico fatal, permita enfrentar la catástrofe que nos amenaza con igual suerte de desaparición. Pero hasta entonces queda mucho por hacer entre las dos partes ligadas por un destino de vida y muerte. Todo comienza por tener una mirada diferente hacia ese capricho configurador de la naturaleza que se extiende al norte de Cuba haciendo que adquiera la forma de lo que siempre debió ser: un brazo-puente tendido entre dos naciones con un destino cercano y universal.