MIAMI, Florida, julio, 173.203.82.38 -“No son pocos los que han regresado, ni son pocos los que quisieran regresar y restablecerse en Cuba. Puedo asegurar que son muchos, pero muchos los cubanos que han regresado y se han quedado, y son muchos los cubanos que quisieran regresar”. De esta manera se refirió Ricardo Alarcón de Quesada al tema migratorio cubano durante una entrevista concedida a la agencia Europa Press durante una reciente estancia del Presidente del Parlamento cubano en Madrid.
Dijo además que el criterio imperante de que los cubanos quieren irse de su patria es fruto de una campaña norteamericana en la que apenas se habla de los que quieren volver. Irse o regresar, opciones inversas en toda corriente migratoria, no conforman un fenómeno particular de Cuba. Algo en lo que se puede coincidir con Alarcón. Son las circunstancias y los hechos los que confieren un carácter particular al curso migratorio en momentos de crisis cuando la gente decide mejorar su situación en otros entornos y retornar si los planes no salen bien o las cosas cambian. No pocos terminan estableciéndose definitivamente en las tierras donde hallaron acogida, una decisión que no implica renunciar a la tierra natal.
España, donde Alarcón hizo sus declaraciones, conoce de esa realidad desde los tiempos de la conquista del Nuevo Mundo. Un acontecimiento que se repite en diferentes coyunturas históricas. Colonización, guerra civil, dictadura y crisis económicas han incidido en ello. Incluso sigue ocurriendo en la actualidad con miles de españoles que salen a cualquier parte del mundo buscando mejores oportunidades y que no necesitan de una reforma migratoria que les acepte de regreso o les flexibilice la entrada a su patria.
Flexibilización es un paso que habla de ajustes pero también de alivios. Esta última es la clave que marca el criterio expresado por el Señor Alarcón, enmarcado en el conflicto con el vecino del Norte donde viven más de un millón de cubanos. Una mayoría apreciable salida de Cuba sea por problemas políticos o económicos, pero impulsada por la necesidad de escapar de un sistema opresivo e ineficiente. No es el único punto al que dirigen sus pasos los emigrantes de la Isla establecidos en más de treinta y cinco naciones. Todos con un problema común. Su regreso a la Isla pasa por los condicionamientos de una política migratoria injusta signada por la salida definitiva y todo lo que esta conlleva. Desde la confiscación de vivienda, bienes (cazuelas y vajillas incluidos) hasta los títulos y notas de estudios. Bajo esta sombra el regreso irreversible es una alternativa casi improbable de conseguir.
En el más puro desenfado rayano en el cinismo el jefe del parlamento cubano plantea la preocupación del destino que espera a quienes quieren regresar a su patria para vivir en ella. “Quieren regresar, pero ¿para dónde? ¿Para su antigua casa? Puede ser que su familia no les pueda recibir y eso es lo que estamos analizando”. Sabe muy bien el Señor Ricardo Alarcón lo que sucede con aquellos que salen con el sello definitivo estampado en sus pasaportes, incluso con los que sobrepasan el plazo de once meses fijados para el no retorno. Una estrategia por la que el gobierno castrista ha expatriado a los que emigran.
Habría que preguntarle a funcionario cubano el por qué las representación diplomática de Cuba en España ha tirado las puertas en la cara a quienes llevados por el reciente éxodo de los presos liberados piden regresar debido a la penosa situación que vive la sociedad española. Estos tenían vivienda y supuestamente existía la promesa de que sus propiedades serían respetadas íntegramente por si en algún momento se planteaban el regreso. Una oportunidad que debe quedar abierta y sin fechas topes sobre todo cuando se trata de retornar al país de origen.
Hace dos años el exiliado Adrián Leiva Pérez murió en el intento de regresar a Cuba por vía marítima, esa misma que tantos usan a riesgo de sus vidas para escapar. Él lo hizo para regresar junto a su familia tras fallar todas las gestiones realizadas por la vía legal. Incluso habiendo estado de visita en Cuba en el intervalo de su exilio. Adrián tenía casa, madre, hermana, sobrinos e hija.
La historia de Adrián en su tribulación migratoria toca las claves de la doble dimensión del problema que significan salir y entrar a Cuba. Justo el día antes de su salida acompañando a su entonces esposa Fredesvinda Hernández las autoridades migratorias le retiraron el pasaporte junto al permiso de salida. Con el alma dividida y sin mucha alegría por partir, escribió una carta dirigida a Ricardo Alarcón que entregó personalmente en la sede del Parlamento cubano. Con fecha 28 de agosto del 2005 la misiva era un reclamo sobre el derecho a viajar: “Señor Presidente, se trata, no de solicitar mi derecho a viajar, pues los derechos no se mendigan. Pero considero que desde el momento en que las autoridades de mi país me han negado el derecho de viajar con mi esposa, reteniéndome contra mi voluntad, me han convertido en un rehén político del sistema.”
En mayo del 2008 Adrián conseguía regresar a su patria en carácter de visita con el permiso de entrada que otorgan las autoridades migratorias cubanas. Llevaba la determinación de no regresar a Estados Unidos y con gran sinceridad escribió una nueva misiva al Señor Alarcón, esta vez reivindicando su derecho a quedarse en su patria. “Señor Presidente: en las próximas horas presentaré mi solicitud antes las autoridades de Inmigración de mi municipio solicitando los documentos necesarios establecidos en el país y mi residencia nuevamente en Cuba.”
En septiembre de ese mismo año cuando era evidente que sería devuelto de cualquier manera hacia Estados Unidos Adrian escribió una tercera carta a Alarcón. Redactada en La Habana fue entregada en el la sede del Poder Popular el 20 de septiembre del 2008: “Me es imposible dejar de ratificar que como cubano, la defensa de nuestra soberanía esta por encima de ideologías y gobiernos de turno; no está ni jamás podrá estar en mesa de negociación con ningún estado extranjero, pero tampoco mi derecho como ciudadano cubano a residir dignamente en mi Patria, derecho que nunca he perdido por condición natural y cualquier intento de arrebatármelo sobre la imposición de absurdas y anticonstitucionales restricciones migratorias, las consecuencias que deriven de ese acto serán una responsabilidad del Estado y el Gobierno de Cuba.
En octubre Adrián Leiva fue devuelto a Miami por la fuerza y nunca más pudo regresar a Cuba. El último intento encontró la negativa tajante por ser considerado un ciudadano no grato en su país.
Más que suavizar se trata de eliminar un código violatorio sobre el derecho a viajar libremente, residir en otra parte y regresar a su propia tierra cuando se estime. La realidad no puede ser disfrazada. El propio Alarcón la revela al citar el planteamiento de Raúl Castro sobre un trabajo dirigido a reducir prohibiciones y regulaciones a los viajes al extranjero, medidas que al decir del General han perdurado innecesariamente. Un reconocimiento tácito de la particularidad del modelo vigente. Lástima que no se hayan percatado en medio siglo que llevan aplicando una injusta medida que debe ser derogada en todo su alcance y con la mayor prontitud.