SAN JUAN, Puerto Rico, marzo, 173.203.82.38 -Nuevas caras aparecen en la dirección de la dictadura, acompañadas del reciclaje de otras viejas y la continuidad de otros tantos veteranos de la gerontocracia cubana. Al tiempo que se acompañan de nuevas medidas, supuestamente liberalizadoras, como la nueva Ley Migratoria, eliminando los permisos de salida e inclusive dejando salir al exterior a varios opositores connotados. Sin embargo, a otros se les ha negado la salida. Y está por verse cuál es la reacción del régimen ante los que salen, una vez que regresen al país.
Las modificaciones para “actualizar el modelo socialista”, vienen sucediéndose desde hace algún tiempo. En el ámbito económico, empezaron por legalizar el pequeño negocio y el trabajo por cuenta propia, bajo términos, condiciones e impuestos extremadamente onerosos para los que optan por lanzarse a trabajar para sí mismos.
Luego, entregaron tierras del Estado, en usufructo a los campesinos, bajo duras exigencias y limitaciones. También abrió la banca estatal para el otorgamiento de préstamos a los ciudadanos, con el fin de que reparen sus casas, pero bajo términos e intereses usureros.
Sin embargo, el régimen no ha tomado las medidas liberalizadoras fundamentales para propiciar un cambio real en el país, las cuales han de estar enmarcadas en el cese total de la represión y total tolerancia a las opiniones contrarias, lo que conlleva el respeto pleno a la libertad de expresión. Tampoco ha permitido la libertad de prensa.
Respetar y dar participación a las organizaciones y partidos de oposición para forjar un verdadero pluralismo político y, como parte de ello, realizar un cambio de la ley electoral para que esté regulada por un organismo autónomo e imparcial y se permita la concurrencia de partidos opositores a los procesos electorales. También eso es algo que aún está por hacer en Cuba.
Esto implicaría una enmienda constitucional para derogar el artículo 5, que da el monopolio político al Partido Comunista de Cuba, y el artículo 62, que prohíbe todo acto fuera de los cánones del oficialismo. Y en consecuencia, convocar a nuevas elecciones extraordinarias, supervisadas por organismos internacionales imparciales, luego de aprobada dichas enmiendas.
Lamentablemente, nada de eso se ha hecho, y no se perfila ninguna voluntad de hacerlo. Tan solo ha habido un lavado de cara con el propósito de proyectar ante el mundo la falsa imagen de que se están haciendo cambios, con el fin de que les suavicen las presiones y restricciones económicas internacionales. Así el régimen podría atraer mayores ayudas financieras, pues la crisis económica es severa y se torna cada vez más crítica, con la probable pérdida del subsidio venezolano, debido a la posibilidad del fallecimiento o la salida del poder de su aliado Hugo Chávez.
Desde el punto de vista interno, estas reformas cosméticas buscan crear falsas expectativas de cambio para engañar al pueblo cubano cautivo, manteniendo al nivel más bajo posible la presión del subterráneo descontento popular y evitando una erupción popular como la ocurrida en los países árabes.
En esencia, la dictadura sigue igual. El hecho de que seleccionen a un gerentócrata, Esteban Lazo, para presidente del seudo parlamento cubano, en sustitución del veterano Ricardo Alarcón, y que entren al seno del selecto conclave castrista figuras como la hija del mandatario, Mariela Castro, o se designe un nuevo segundo al mando en la figura algo más joven de Miguel Díaz Canet, no significa casi nada en comparación con lo mucho que aún queda por hacer. Al fin, todos continúan bajo el mando del dictador y general de ejército Raúl Castro y de su hermano Fidel.
Parte del juego del régimen ha sido proyectar la idea de que están seleccionando un sustituto, con el ascenso de Díaz Canet. La experiencia nos ha enseñado que los segundos más jóvenes que le han antecedido también crearon en la población la expectativa de una figura distinta para sustituir a los hermanos Castro en el poder, pero, al final, sus cabezas han rodado por el piso, siendo relegados a la oscuridad y la marginación del llamado plan pijama. Una probabilidad latente también para el nuevo vice.
El tan cacareado anuncio de que el dictador de turno asume su último periodo, no es más que el reconocimiento al peso inexorable de los años en su etapa natural de conclusión y, además, forma parte de la mediática proyección de la apariencia de cambio en el país.
Para el pueblo cubano hay un fatulo cambio, donde todo sigue igual, enmarcado en las mismas realidades, matizadas por la continuidad de la pobreza, de la escasez de alimentos y productos. La improductiva economía sigue dependiendo del subsidio de otros países. Continúa la ausencia de futuro para las nuevas generaciones, a las cuales no les queda otro remedio que buscar sus aspiraciones de progreso en suelos ajenos, lejos de la patria. Mientras, el gobierno inventa otra vez salidas masivas para sacudirse los descontentos. Y en el país se eterniza el total menosprecio por los derechos humanos y libertades ciudadanas.
Por ende, el cacareado cambio existe solo en las estrategias de la propaganda y en el discurso mendaz del régimen, pues la realidad es que en Cuba hay un ‘sui generi’ cambio sin cambiar.