MIAMI, Florida, 8 de enero de 2013, Redacción, 173.203.82.38.- Con solo 25 años, la joven Daisy Valera, licenciada en Química Nuclear, acaba de quedarse cesante de un puesto que ocupaba en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente cubano. Suponemos que, en su caso, no duela tanto la pérdida del magro salario como el golpe moral, la impotencia, que produce una decisión abusiva.
La causa, le expusieron, fue consultar internet desde los ordenadores de la institución, cosa que la muchacha hubiera realizado gustosa desde su vivienda si tuviera acceso a la red. Pero simplemente, como toda joven investigadora que es, quiso estar al tanto del mundo.
“Han husmeado en mis correos, en mis escasísimas entradas en internet y han conseguido expulsarme utilizando los mezquinos reglamentos informáticos”.
“Soy una indisciplinada, me podían perdonar que pasara 5 de las ocho horas de trabajo viendo películas, conversando o descubriendo qué ejercicios hacer para eliminar la celulitis”.
“Pero buscar información sobre la realidad cubana, o escribir y dialogar sobre este tema es demasiado; una indisciplina grave”, explica abiertamente Daisy sobre lo que ella cree que fue la causa real de su expulsión.
Daisy Valera es colaboradora del sitio digital independiente Havana Times. Tiene allí su columna. Eso bastaría para tenerla alejada de un puesto oficial. Pero no hacía falta incluso que trabajara en un ministerio. Hubiera sucedido lo mismo si fuera empleada de una fábrica de zapatos.
Se trata de un caso claro de exclusión social. Este triste pasaje recuerda los desmanes totalitarios de los años 70 cuando el estalinismo de la llamada Revolución expulsó a muchos artistas de sus trabajos naturales (teatristas, literatos, cineastas), exponiéndolos a largos años de silencio en el mejor momento creativo de éstos, solo por disentir del régimen o por sospecha de una posible disensión.
“Tendré que lidiar para mi reubicación con los mismos que hace un año y nueve meses me dijeron que aunque fuera química nuclear no podría trabajar en ningún puesto de investigación, por mis “características”.
“Y mis características –asegura la joven- no son más que escribir en esta página (Havana Times) lo que me interesa o preocupa de mi país. Imperdonable”.
“Me esperan –dice en un post- tal vez meses de desempleo, correr de un ministerio a otro, notar cómo los funcionarios me evaden, inventan pretextos poco creíbles y repiten más de cien veces: ven mañana a ver si podemos resolver tu problema”.
Daisy Valera nació en 1988. Pertenece a una generación que no “disfrutó” de los beneficios que conllevaba la manutención soviética a la isla. Es demasiado joven e inteligente a la vez para sentirse optimista.
“Los hijos del período especial y de los 2000 hemos aprendido a no esperar buenas noticias, a que la palabra futuro no sea mucho más que parte de una frase repetida hasta el cansancio”.
“Mi situación es una advertencia”, declara finalmente con pena ante la opinión pública.