LA HABANA, Cuba, 6 de agosto de 2013, José Alberto Álvarez Bravo/ www.cubanet.org.- Reinaldo Lázaro Martínez Chés no es de origen campesino. La falta de una vivienda para su familia le llevó a aceptar un apartamento en un edificio de San Nicolás de Bari, en la actual provincia Mayabeque, zona cuya economía fundamental depende de la agricultura cañera, diversificada a partir del reparto de tierras con la aplicación de la Ley 259.
Para librar el sustento diario de su familia (su esposa, Yeniset Amores Aguilera, un hijo de 15 años y tres hijas de 11, 10 y 5 años), Reinaldo sale de su casa, acompañado por su hijo, con una guataca al hombro para ofrecer su fuerza de trabajo en las labores agrícolas.
En los días en que la suerte le sonríe, consigue ser contratado por los cultivadores privados, devengando un jornal de 30 pesos (no convertibles) por una prestación de cuatro horas de labor. En época de cosecha, puede conseguir empleo para toda la jornada, devengando 60 pesos diarios, pero cuando hay exceso de lluvia, Reinaldo regresa a su casa con sus bolsillos llenos de frustración. Agua azucarada y un pan de apenas 80 gramos le permiten engañar el hambre a toda la familia.
Con la llamada “actualización del modelo económico”, implementada por el gobierno del general- presidente Raúl Castro, la familia Martínez Amores no ha resuelto el sustento diario. La inseguridad alimentaria del sector agrícola es uno de los flagelos del campesinado cubano, cuya erradicación fue prometida por Fidel Castro en su conocido alegato de autodefensa La Historia me Absolverá.
Esperanzado por la flexibilización de las leyes que regulan la iniciativa privada en la economía, el matrimonio solicitó un crédito en el banco más cercano para establecer una pequeña dulcería, pero le fue negado bajo el argumento de que requería tener un año de trabajo en tal negocio, para garantizar la solvencia que le permitiera pagar los impuestos exigidos.
El trabajo agrícola eventual absorbe la fuerza de personal diverso, entre los que se encuentran policías, bomberos, médicos y funcionarios, menores de edad y ancianos jubilados de ambos sexos.
La depauperación moral de la sociedad cubana actual ha fomentado la desaparición de los valores que hicieron próspera la nación en la Cuba anterior al castrismo; la prostitución, el juego, el peculado, el soborno y la indolencia campean en el entorno donde sobrevive, a duras penas, esta familia cubana de estos tiempos.