LA HABANA, Cuba. — ( Cuba Sindical) Juan Carlos Gómez Johnson, residente en Retiro No.37, esquina a Primero de Mayo, Pinar del Río y una compañera de trabajo necesitaron viajar a La Habana.
No tenían reservación. Las reservaciones se compran con muchos días de anticipación. Optaron por el socorrido procedimiento de inscribirse en Lista de Espera.
“Llegamos a la Terminal de Ómnibus Interprovincial a la una y treinta de la madrugada del 3 del presente mes con la esperanza de obtener pasajes para alguna de las próximas salidas a las 3:50, 5:10, 8:00 y 8:30. Pero, en el ventanillo de inscripción nos advirtieron: “Si no alcanzan boletos en las dos primeras guaguas olviden toda esperanza para las salidas de las 8 y 8:30 de la mañana porque todos los asientos están vendidos para unos trabajadores que diariamente van y regresan de La Habana para no sé qué curso durante 15 días”.
La información del expendedor hizo pensar a Gómez y dijo al empleado:
–Quince días en dos ómnibus equivalen a 660 pasajes, que es igual a 9 900 pesos. Además se perjudica al resto de la población necesitada de ese medio de locomoción, con los asientos que les corresponden ocupados. ¿No sería más conveniente y rentable ofrecer el curso en Pinar del Río, aunque haya que trasladar a profesores y darle comodidades en esta ciudad?
–Desconozco eso, no es asunto mío, no tiene que ver conmigo -respondió el empleado cortando la plática.
Otra sorpresa recibieron Juan Carlos y la compañera que veían alejarse sus posibilidades de viajar. Fueron llamados para ocupar sus asientos en el ómnibus de las 5:30. Al entrar descubrieron que más de la mitad del vehículo estaba vacío. Extrañamente faltaba casi la mitad y la guagua pronto saldría para La Habana.
¿Razón?
Analiza Juan Carlos –conocedor del pugilato de siempre para conseguir boletos– que todo indica que los responsables de Transporte habían retenido los boletos para beneficiarse con la oportunidad de venderlos más caros a apurados viajeros de último momento, pero como esos suplicantes viajeros no llegaban y habían esperado hasta el último minuto, tuvieron que soltar los pasajes, venderlos. Esta vez los especuladores se equivocaron, el frío les jugó una mala pasada. No hubo chance de negocio.
¡A esa hora de la fría madrugada pocos viajaban a La Habana!