LA HABANA, Cuba. – Hace unos años, sesudos del Ministerio de la Agricultura aconsejaron, debido a lo caro que estaba el alambre de púas en el mercado mundial, para cercar los cultivos contra ladrones y animales, levantar impenetrables muros de cardona. O cardón, que no se sabe a ciencia cierta la ortografía del nombre – si es masculino o femenino- de esa planta espinosa de la familia de las euforbiáceas.
En la TV han presentado reportajes donde aparecen guajiros entusiastas con los resultados de usar la cardona para cercar. Niegan la superchería de que la cardona espante la lluvia, y en cambio, afirman que protege los suelos de la erosión. Cual si fuese necesario un doctorado, revelan los secretos para plantarla y luego, cuando crezca, podarla a machete, de acuerdo con las fases de la luna.
No sé si el entusiasmo de esos campesinos se mantendrá cuando tengan que podar y no dispongan de guantes, botas o camisas de manga larga que contrarresten los pinchazos y las quemaduras de la leche que brota a raudales al cortar los troncos cuadrados del cardón.
Pronto, entre los kilómetros de cercas de cardón, las miles de hectáreas cubiertas de marabú, aroma, guao y pica-pica, las hordas de mosquitos, santanillas y hormigas bravas y las maquinarias agrícolas rusas convertidas en chatarra y cubiertas por la maleza, como trampas del Vietcong, no habrá quien dé un paso por los campos de Cuba.
Por eso interesa el cardón a los generales verde olivo: para utilizarlo en “la guerra de todo el pueblo” ´-según el manual escrito a dos manos por el general Giap y Nguyen Sun el Guerrillero- más que en la batalla por producir viandas y frijoles.
Pero además de para trabar a las tropas yanquis si un día invaden Cuba y deciden hacerlo a la antigua, como en Vietnam, si la cosa se pone fea –más todavía, quiero decir- y las cárceles no dan abasto para encerrar a disidentes, delincuentes y gente que robe comida, los generales deben haber previsto la posibilidad de usar los muros vegetales, erizados de espinas y chorreantes de savia urticante, en sustitución de las alambradas para que los presos no puedan escaparse.
¡Y va y un día se descubre que si el cardón machacado y hecho pulpa nos sirve para producir energía eléctrica, como el marabú, puede aprovecharse su savia para hacer detergente líquido, un medicamento para curar la gastritis o un raticida.
Los estrategas del boniato y las escuelas de capacitación de bueyes deben estar al ascender a general al cardón. Aunque debían pensarlo antes de seguir con los ascensos. Tal vez no han reparado en el riesgo de que al General Marabú, al que no han podido vencer, se le sume otro oficial potencialmente sedicioso, espinado y de mala leche: el General Cardona. ¡Si hasta el nombre parece de oficial golpista!