LA HABANA, Cuba. -En la capital casi nadie ve el futuro con menos escaseces, salarios realistas y precios más asequibles de los productos de primera necesidad. Piensan que en esas materias todo está dicho.
Solo una parte ínfima de los capitalinos cree en la posibilidad de que el país salga adelante tal y como lo anuncian los medios en sus diversas plataformas. Es una minoría que increíblemente no ha perdido su fe a pesar del flujo y reflujo de las agonías que suelen ocupar los primeros planos en los trajines de la supervivencia.
A este grupo no pertenece Miguel, un joven que se gana la vida vendiendo CD’s con música y filmes pirateados en las calles de la capital:
“De aquí hay que irse. Esta gente (el gobierno), no le dan un aire (oportunidad) a nadie. Quieren que sigamos en la miseria. Mis padres se han puesto viejos esperando por un cambio. Hace tiempo dejaron de creer en Fidel, Raúl y su revolución. A mí no me puede pasar lo mismo. Tengo que buscar la manera de salir para donde sea”, dijo antes de reanudar su labor ilegal.
Me aseguró que no pagaba licencia. Para obtener un pequeño margen de rentabilidad tiene que vender en la sombra. El costo de los discos en las tiendas del Estado, cuando hay, es de 1peso convertible. Conseguirlo por la mitad en el mercado negro es difícil.
“Los vendo a 1 dólar. Y la competencia de los que hacen el ‘paquete’ es tremenda. Imagínate, la gente obtiene por el mismo precio un menú más amplio y variado en memorias flash; contenido que descargan en sus computadoras”, agregó.
Entre las franjas de la sociedad donde la ilusión de vivir en un país más ordenado, limpio y sin tantas prohibiciones desapareció sin dejar rastro, se destaca la posición de Hortensia.
“Esto no tiene arreglo. La ruina y el mal olor se han adueñado de la ciudad. No me imagino algo diferente. Es como si estuviéramos en una pesadilla a la que definitivamente hay que acostumbrarse. A mis 72 años no espero mucho más que morirme, cuando me toque, sin el trauma de estar ingresada en algún hospital donde también se ha perdido el amor y la decencia”, expresa dibujando una media sonrisa en sus labios.
A escasos tres metros de la puerta de su domicilio se observa el discurrir de las aguas negras provenientes de un hueco, ubicado en el borde de uno de los baches que la erosión y el abandono han provocado.
En su discurso, marcado por la incertidumbre, sale a relucir el tema de la papa. Un producto deficitario por el cual se pagan 2 dólares por 4 kg a los vendedores furtivos, la décima parte del salario promedio.
La coincidencia de criterios en relación a problemas que exceden los límites de la urbe capitalina y las diferencias generacionales, subrayan el fracaso de un proyecto que en sus comienzos creó tantas expectativas.
Miguel y Hortensia, son dos hijos de la desilusión. Dos cubanos residentes en la Habana Vieja que no creen en redenciones posibles.
El anhelo de irse del joven y la resignación a adaptarse a las circunstancias embarazosas por parte de la anciana, marcan las pautas a seguir por una mayoría que se cansó de esperar por la articulación de ese país modélico que prometieron los fundadores del socialismo en la Isla.