LA HABANA. Cuba. – La Revista Identidades impacta. Si Islas fue un rico y denso espacio para colocar a la afrodescendencia cubana en el centro de una reflexión abandonada durante décadas, Identidades ha hecho algo mejor para que esa cavilación sobre la invisibilidad racial y étnica llegue más lejos y con mejor factura. También con agilidad.
En este giro, sus editores pensaron con sutileza y con un enfoque de interculturalidad que solo encontramos en la fenecida revista Encuentros, y que no existe en ninguna de las publicaciones periódicas cubanas de cualquier sesgo.
Islas recogió muy bien un tesoro de ideas sobre los problemas multidimensionales que afectan a los afrodescendientes cubanos. Pero tuvo una limitación a mí entender: el padecer un compartimento-estanco de pensamiento que no garantizaba su éxito y que podía interesar solo a los lectores afectados y a los especialistas. En un contexto donde cultural, histórica y políticamente el tema racial se asume en estado de negación, no resultó estratégico concebir una revista que pretendía tener alcance con una exclusiva visión monotemática.
Así, la problemática y su problematización no entraba en cerebros acostumbrados a pensar que el racismo en Cuba era cosa del pasado. Identidades plantea un enfoque más acertado y curioso. Lo hace asumiendo un nombre que tiene que ver más con su asunto medular que el nombre anterior, más ambiguo para captar su esencia. Ahora la cuestión racial entra más suave, compartiendo otros asuntos y otros problemas. Lo hace con una organicidad que permite entenderla conectada y atravesando otros ámbitos de la realidad ya más abiertos a la esfera de lo global. No es solo sobre Cuba. Es también América Latina, Estados Unidos y esperamos que un día Europa, Asia y Medio Oriente, donde los problemas del racismo adquieren otros rasgos, tienen otras honduras y afectan a otras identidades.
La edición número 5 de Identidades es espacialmente variada sin llegar a ser un número de variedades. La desigualdad racial tratada desde el entendimiento de la sociedad civil, como muy bien lo hace José Hugo Fernández. Viene entonces acompañada por el mismo tema de la desigualdad a través de imágenes, o postales de La Habana, como le llama Juan A. Madrazo Luna, Coordinador Nacional del Comité Ciudadanos por la Integración Racial.
Unas breves historias no solo racial sino también de vida de la pobreza, son captadas en video por la joven editora Surelys Vega Isás y por otro joven, Eric F. Toledo Acevedo, blanco él. Toledo apuntala las historias desde su propia experiencia y se combinan en este número con el contraste imaginativo del dominó, muchas de cuyas piezas mezclan el negro y el blanco para hacer posible el juego, con la realidad del racismo en una localidad, Antilla, perteneciente a una de las provincias en las que el racismo no remite.
Sin abandonar su tema, Identidades se sigue abriendo a otras realidades importantes. Y quiero detenerme brevemente en una de ellas: la importancia de la democracia y, más concretamente, de la democracia deliberativa como modelo y herramienta para profundizar en la democratización de las sociedades. En este sentido Identidades se adelanta dentro del debate político. Es la primera publicación cubana que se atreve a abrir sus páginas a una discusión rara en el mundo, y en América Latina, no así en Estados Unidos en términos de definición política y participación ciudadana. Lo hace de la mano de uno de sus más destacados cultores en Estados Unidos, el profesor Robert Cavalier, de la universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, Pennsylvania, quien incursiona en sus ventajas para el proceso de debate constitucional que se está produciendo en Cuba.
A mi modo de ver, Identidades da un paso atrevido y polémico al abrirse a un asunto que no se ha convertido en tópico todavía y considero crucial para el futuro democrático de Cuba. Si el problema de la democracia en nuestro país es estructural y no de déficit, entonces es mejor empezar no por donde están terminando las democracias deficitarias globales, sino por donde es mejor empezar: por la profundización y el replanteo de la democracia misma si es que quiere prevalecer como la menos mala de las formas posibles de gobernar los asuntos humanos. Ese replanteo tiene un nombre y se llama democracia deliberativa, traducible como más implicación ciudadana desde la pluralidad, desde el consenso en las reglas mínimas del debate y desde la información.
A partir de su experiencia, Fernando Palacio Mogár, uno de los líderes políticos cubanos que trabaja en el debate constitucional, se acerca también a la democracia deliberativa en un texto sencillo y de buen alcance para la ciudadanía.
Identidades prosigue así recorriendo diversos acercamientos a la temática de la diferencia, con privilegio de la transversalidad representativa. Lo mismo escribe un intelectual consumado como Armando Soler, tocando las nostalgias originarias de la inmigración, vívidas con desgarro, asombro y negación; que una joven sin más bagajes que su experiencia e incursión social como Eleanor Calvo Martínez quien nos habla de los recurrentes peligros que corre la sociedad cubana. Hay hasta alguien que se acerca y se atreve, como la ingeniera Natividad Soto Kessel, dedicada al arte de la cerámica, a narrar sus inquietudes, experiencias y estupefacciones sociales.
Hay dos temas notables en esta entrega: el tema de los gay, narrado de la mejor manera como testimonio de la crudeza sociológica cubana, y el tema del racismo en otras partes como la recurrencia de sus miserias en un país como Estados Unidos que se escribe desde la pluma de Bonita Lee Penn, directora editorial de Soul Pitt Media en Pittsburgh. También cubre la invisibilidad e invisibilización de la afrodescendencia en un país de América Latina, que se ha considerado por años como el centro avanzado de Europa en la región. Esto lo hace muy bien Norberto Pablo Cirio desde la música afroargentina.
El delicioso tratamiento del tema sigue desde su manifestación en la música como lo hace Leonardo Calvo Cárdenas, o desde un músico hacia la sociedad como lo hace David D’Omni.
Y así con el enjundioso tratamiento que hace Kenya C. Dworkin desde la literatura en un trabajo imprescindible para entender el racismo detrás de su negación.
El rico repaso sería interminable. Culmino elogiando a la revista por incluir temas de la actualidad latinoamericana siempre importantes para que los cubanos nos entendamos desde otras perspectivas y en contraste con otras realidades. De la mano de Mitchel J. Ovalle, de Colombia y de la visión de los afrodescendientes en Perú, nos visibilizamos mejor los cubanos. Sigo dándole las gracias a Identidades.