LAS TUNAS, Cuba. – El representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, (FAO) Theodor Friedrich recién concluyó un recorrido por Las Tunas.
“Año Mundial del Suelo”, es el tema central de 215 y el experto de la FAO se refirió aquí a la agricultura de conservación. “El territorio tiene más necesidad de una agricultura sostenible producto de la sequía, por lo que urge una mayor atención a los suelos debido a las afectaciones por la falta de lluvia”, aseguró el Sr. Friedrich, quien expresó al referirse a la conservación de los suelos mediante laboreo mínimo:
“Se trata de una intensificación sostenible, basada en un concepto diferente de manejo de los campos con cero labranza, el suelo cubierto, rotación de cultivos y una dosis menor de fertilizantes, en lo que podría ser la agricultura del futuro”.
“Se dice bonito, pero no resulta tan fácil cuando el fuego sigue siendo la chapeadora en el campo cubano. Fíjese en los implementos que estamos vendiendo a los campesinos ahora: arados de bueyes y gradas de pinchos; y con eso no hay agricultura de conservación posible”, aseguró a este corresponsal un agrónomo, presente en la conferencia del representante de la FAO, quien pidió no ser identificado.
“El arado es probablemente la herramienta agrícola más antigua. En Egipto se usó un arado formado por un palo en forma de horquilla, aproximadamente seis mil años antes de Jesucristo”, dicen Archie A. Stone y Harold E. Gulvin en Maquinaria Agrícola, precisando, ya por los años cincuenta del siglo pasado, acerca del arado Wheatland, (tierra del trigo) antecesor de las hoy muy modernas rastras de discos, tan difundidas en la agricultura de conservación a sólo 90 millas de Cuba, en Estados Unidos:
“Mezclan la tierra con la hojarasca en vez de invertir el prisma del surco y cubrir la hojarasca; este efecto mezclador retarda el arrastre de la tierra por el viento y mantiene el suelo en excelentes condiciones para recibir y conservar la humedad”.
Y precisamente de esto trata la hoy muy publicitada agricultura de conservación, de la que nadie pone en duda sus bondades, pero que hoy es imposible generalizar en Cuba: mantener los campos cubiertos con rastrojos de cosechas o con abonos verdes (siembras de cobertura asociadas al cultivo principal) y laboreo mínimo.
“Pero aunque parezca una paradoja, al menos en la producción de granos en gran escala, el laboreo mínimo implica implementos especializados. Digo, a menos que usted vaya a realizar agricultura de subsistencia en un conuco (pequeña parcela) y haga siembras directas como nuestros indígenas, abriendo los huecos para depositar la semilla con una coa, (palo con la punta aguzada)”, aseguró un ingeniero, quien por razones obvias, pidió anonimato.
“Para realizar siembras directas en campos cubiertos de rastrojos deberá disponerse de sembradoras con dispositivos que corten la cobertura donde irá la semilla, y claro, previamente durante la rotación, si antes sembró frijol y ahora sembrará maíz, debió cosechar con una combinada que además de recolectar el grano esparció los rastrojos por todo el campo”, explicó el especialista.
Pero tales equipos no están al alcance de los campesinos cubanos, quienes para roturar sus campos con viejos tractores y antiquísimos arados de discos, esto, cuando no con arados de vertedera como en el antiguo Egipto, no pocas veces deben deshacerse de los restos de las cosechas y las malezas, empobreciendo los suelos, echando mano del fuego, la segadora del pobre.