LA HABANA, Cuba. -Más allá de que, de las mujeres cubanas, un 65,2 % son graduadas universitarias, el 66,8% conforma la fuerza técnica y profesional, y de ser además el 45,8 % de la dirigencia del país, es un hecho que ellas cargan el triple de labores en sus espaldas. Ya no hablo del cuidado de los hijos, sino también de las cadenas que vienen aparejadas con el cuidado de los padres y los parientes ancianos. El trabajo en la calle se comparte con el doméstico. Las mujeres cubanas no deben sentir cansancio ni hastío, les toca hacerlo por definición.
A pesar de que muchas amas de casa lo son por decisión propia, hay cierto número que deben serlo por fatalismo. Casi siempre es la madre la que debe cuidar al hijo accidentado o enfermo, la misma que ayuda al desarrollo profesional del marido, haciéndolo crecer, aun cuando en muchos casos éste prefiera tener sexo con la secretaria de turno, o la mujer sexy que levante en la calle. Muchas han tenido que dejar la su trabajo para cuidar a su madre que padece de Alzheimer, porque aún no se ha creado una institución que se ocupe de estos enfermos.
Resulta difícil combinar la elegancia con la búsqueda del sustento diario, o hay que gastar el poquito dinero en un tinte de pelo, o se compra comida para la familia. Los elevados precios en los servicios, no permiten a las mujeres ser bellas después que rebasan los cincuenta, sesenta, la piel se agrieta por la mala alimentación, la falta de vitaminas, el ajetreo con las bolsas de compra, las guaguas, el clima, la falta de ejercicios en un gimnasio decoroso, afectan su imagen.
Sin embargo, las más abandonadas son las ancianas, es lastimoso ver como muchas mujeres de más de setenta años, se dedican a cuidar baños, a vender mercaderías de todo tipo en las calles, a mendigar y recoger de los colectores de basura para poder sobrevivir. Las familias las usan para hacer mandados en la bodega, para cuidar a los nietos, sin pensar que todavía ella podría tener un proyecto de vida.
Son inseguras sus vidas, con paupérrimas jubilaciones, que no les alcanzan para lo más elemental, la alimentación. No hablemos de pagar un refrigerador chino a plazos, o costear medicamentos.
Las ancianas que ingresan en hospitales, y que no tienen familia ni acompañantes, no reciben un trato adecuado por parte de asistentes ni personal de enfermería; pueden permanecer sucias por largas horas, pues a los enfermeros hay que pagarles para que las limpien. Ellas fueron jóvenes y bellas en el pasado, pero la decrepitud parece ser signo de indignidad para estos trabajadores.
Un negocio lucrativo es la prostitución, donde muchas sacan jugosos dividendos con sus cuerpos. No obstante, ellas son en realidad la víctima, las que sufren violencia física-psicológica por parte de sus proxenetas, las que resultan muchas veces violadas.
Se ha estigmatizado a la mujer como el “Alma Máter”, la que debe desempeñar todos los roles posibles sin quejarse, resolver los problemas de los demás, dejando los suyos de lado.