UNO DE LOS VUELOS más largos de la vida de Ollanta Humala, el presidente electo del Perú, comenzó poco después de su victoria sobre Keiko Fujimori. Salió con destino a Caracas. Ha recorrido seis países y su avión todavía planea por la región a la espera de que regrese a Venezuela Hugo Chávez y se le autorice al peruano el aterrizaje en la pista principal del aeropuerto de Maiquetía.
El dirigente ha dado un rodeo que lo llevó a Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. Esta semana picó más cerca y fue a ver a Evo Morales a La Paz. En su plan de vuelo de los próximos días están Quito y Bogotá porque hay que mantener los motores calientes para el momento cumbre, la realización del superobjetivo de la aventura: el recibimiento de la bendición y el abrazo de su jefe, el presidente venezolano.
Tanto Humala como Chávez están sumergidos en unas tareas que por aquellas tierras se conocen con un vocabulario derivado de la baraja española. Se hallan en la labor de embarajar. Es decir, apuntar hacia una dirección y moverse a la inversa, crear nieblas, silencios, atmósferas de tensión y misterio. Eso es parte de la esencia del secretismo que le da identidad a los regímenes totalitarios.
El venezolano tiene a su país a merced de bolas y especulaciones sobre su salud. Los comentarios de los medios de prensa y de las tertulias de esquina lo mismo le diagnostican una enfermedad grave que lo sitúan en un barrio de La Habana de punta en blanco en las solemnidades y agasajos de una ceremonia religiosa afrocubana.
Humala, en su travesía, ha regalado una antología de lugares comunes y otra de recetas fotocopiadas. Ha utilizado la filosofía del caimán de paso, un bicho con la habilidad de mantener la boca abierta muchas horas. El mismo tiempo que tiene los ojos cerrados.
El viajero ni siquiera dejó sobre el mantel del Palacio Quemado unas palabras de compromiso durante las horas que compartió con Evo Morales. Se puso nostálgico y habló de sus sueños de reunificación de los dos países y se quedó callado cuando su anfitrión le dijo que su victoria en Perú había teñido de rojo a Sudamérica.
No le conmovieron las peticiones de sus amigos para que se una a la lucha anticapitalista. Y se quedó quieto cuando le pidieron que llevara a su país a formar parte de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA).
Desapariciones y sigilo, recursos de los líderes americanos. Gente que desprecia la línea recta puede vivir días enteros en las nubes y se relaciona sin testigos con una divinidad o con la muerte.