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Diciembre 11,
2006
Nefasto, los merolicos y la cartelera del festival (I parte)
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - La influencia de los
merolicos en el nivel de apreciación de miles de cinéfilos
que asisten a las salas cinematográficas con el fin de alimentar
el espíritu es tanta, que deja rastros de lágrimas negras.
Pero el espectador insiste en volver.
Si bien los organizadores del evento, la crítica especializada
y los realizadores no crean un taller de debates sobre el estado de ánimo
que siembran unas rositas de maíz en la comprensión de filmes
como ¿Tiene sida el presidente?, La vida secreta de las palabras
y La luz es un milagro, el pueblo toma en cuenta un arte alimentario que
discurre sobre una realidad digna de competir en el apartado "socio-ficción"
para sociedades imaginarias.
El arribo de filmes como Prohibido prohibir, de Brasil, o la puesta en
pantalla del documental cubano Existen (pero no se van), crea un compás
de espera ante la proyección de un largometraje largamente esperado
por quienes sólo han visto en Cuba la película Prohibido
no prohibir, con escenografía carcelaria, fotos de inspectores
imponiendo multas y música de fondo del carro de la policía
especial.
Pero más allá del derecho que tiene un merolico que se respete
a vender en las colas sus productos, el festival es una fiesta que se
aparta de nuestra realidad por mucho que leamos las páginas del
diario de Mauricio, bailemos al compás de El Benny, anclemos nuestras
ansias en La edad de la peseta, o conjuguemos en un documental los tres
verbos más añorados por los cubanos: Gozar, comer, partir.
No obstante, y con la esperanza de que el filme brasileño Prohibido
prohibir gane el Coral de esta vigésima octava edición del
Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, pondré a
consideración de los lectores algunos filmes de producción
independiente que aspiran a ser vistos en próximos eventos, y que
hoy se proyectan en exclusiva -sólo para marginados- en la sala
oscura El eterno apagón.
El largometraje de socio-ficción Mañana iré a París
es una joyita del caudal de sueños de un cubano que, perdido en
el laberinto de una escenografía cargada de buroes, cuños,
oficiales de inmigración, y enormes colas frente a las embajadas,
contrata a un detective privado para que, después de una espera
de sólo 15 años, descubra dónde se haya la tarjeta
blanca o permiso de salida del país.
El filme, como toda película que se respete, está lleno
de acción, sexo atropellado y palabras obscenas grabadas en un
centro escolar de nivel secundario. Además, su final abierto permite
al espectador sacar sus propias conclusiones, pues el filme termina cuando
el protagonista, con un sobre amarillo bajo el brazo, tira el bastón
a un lado, le dice a su nieto que lo ayuda a subir al muro, y apunta tembloroso
al horizonte mientras murmura por lo bajo: "mañana iré
a París".
Otro de los filmes que ha impactado en la muestra de cine independiente
cubano que pasa por la pantalla de El eterno apagón, lo es, sin
dudas, Las insaciables ganas de Mamita, donde una adolescente se debate
entre las ansias de entregarse a un apuesto constructor nativo, ceder
a las propuestas de un octogenario irlandés, terminar la escuela
de medicina, estudiar idiomas, pasar la noche en un hotel, o entregarse
a un desconocido bistec de vaca.
Esta propuesta cinematográfica, clasificada como un excelente "docudrama",
si bien tiene presupuestos estéticos afines al Festival de Cine
Pobre, que se celebra en Gibara, por su eclecticismo musical está
emparentado con el Festival del tostón y la carne de manatí,
que cada veinte años abre sus cortinas imaginarias a filmes donde
confluyen música de Verdi, Chopin, Triángulo oscuro y Gente
de zona.
Y aunque resulta bueno señalar que la música tiene un papel
protagónico en el filme, no se debe pasar por alto la solidez de
un guión escrito en la pared, ni la magia de una fotografía
donde la bruma creada bajo los efectos de una cámara de carburo
es un aporte sin igual a la historia del séptimo arte.
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